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Reloj de Sol
nasoladas allí donde se le sorprende y encierra de nuevo para
someterlo a un fluir por cauces (oleoductos) contra-natura.
A los no especialistas se nos dice que esos embalses naturales
fueron en un tiempo remotísimo bosques frondosos mineralizados
— licuados — por las altas presiones y temperaturas
de atroces cataclismos. Pero están ahí transformados en su
actual proteica liquidez. En esa puja andan envueltos los satélites
que otean la tierra para descubrir los depósitos naturales
a través del “negativo” que paradójicamente “revela” la mayor
distancia — la distancia cual sideral — porque a mayor distancia
la azul atmósfera resulta menos poética, pero menos
engañosa para las computadoras que captan la lectura de los
satélites.
Gracias a esa puja también habrá guerras inoculadas — de
riesgo controlado — en la periferia de los grandes centros de
poder mundial. Y habrá intrigas y conferencias — que llegan
siempre un poco tarde para todo — habrá contrabando de armas
y la ciencia de la informática — esa nueva hidra de mil
cabezas- tendrá sus serios dolores de cabeza para poder dirigir
la atención mundial — de masas — para tratar de interpretar
convenientemente dónde comienzan las consecuencias y dónde
comienzan las causas de éste y de otros memorándums. Sin
embargo, en estas líneas de futuro — muy lejos de la bola de
cristal, por supuesto — no pueden faltar las profecías halagüeñas:
la de los grandes descubrimientos de las ciencias (Física,
Química, Biología, etc. etc.); de la Medicina; del deslumbramiento
que produce y producirá sin duda la llegada a la mayoría
de edad absoluta de un nuevo precursor del saber o del arte
universales. Nada podrá impedirnos creer en las hazañas a plazo
fijo que nos entregará el hombre universal. Sólo el hombre
desmontará los viejos relojes y los pondrá a punto marcando la
hora de los grandes logros. Grandes si son para el beneficio de
la humanidad; mezquinos logros si son para que se recree en
ellos la memoria de unos pocos privilegiados.
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