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Reloj de Sol
gane terreno, tome posiciones y emprenda en forma súbita su
ataque pretendiendo superar su propia marca de combatividad
y agresividad!
Naturalmente, hay niveles y niveles de lucha. Si se trata de
una lucha ideológica tendremos que situarnos en un plano más
objetivo, más lúcido, más trascendente, donde los planteamientos
sean acordes con la etapa en que esté planteada esa lucha.
Donde las tácticas salgan de una situación dada a otra previsible.
Donde los términos del enfrentamiento no se planteen
emocionalmente sino objetivamente. Donde el enemigo no nos
encuentre dormidos como centinelas cansados que se duermen
de pie. Ahí, sin embargo, el antagonismo no es ni puede ser de
tipo personal, aunque aparentemente se exprese como tal y use
disfraces de todo tipo.
Pero cuando se trata de luchas menos trascendentes, aunque
más inmediatas; cuando se trata de luchas meramente de
competencia, el enemigo que pasa a ser sencillamente el oponente,
el contrincante, es un acicate más que nos impele a luchar.
Es una fuerte motivación por lo inquietante y hasta puede
ser un estímulo de claro signo negativo, es verdad, pero aprovechable
en un momento dado en la complicada álgebra de la
convivencia.
Inclusive en las relaciones humanas en general, hay una
tendencia a cultivar las relaciones que nos obligan a balancear
la propia conducta, que nos ayudan a encontrar en nosotros
mismos nuestro punto de equilibrio, nuestro centro de gravedad.
Los amigos excesivamente complacientes, los relacionados
abúlicos que nunca entran en contradicciones con nosotros,
bien sea por indiferencia o por dejadez, y que no cuestionan
nuestros errores, nos hacen un flaco favor, si es que puede llamarse
a esto favor cuando más bien debería llamarse favoritismo
que, como todos los favoritismos, resulta degradante
tanto para quien lo ofrece como para quien lo recibe. Con un
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