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Reloj de Sol
Así, el imperio que impartió — por boca de Poncio Pilatos
— la sentencia de muerte al Cristo nacido entre los hebreos para
que éste muriera en la cruz, aportó el vehículo ideal indispensable
para que las palabras y los conceptos de un pueblo aislado
en su propia cultura y en sus propias creencias — en su propia
lengua también — crecieran y se multiplicaran en todo el mundo
conocido hasta entonces, en todos los confines del antiguo imperio,
el cual nutría — aún después de muerto — con la savia de su
lengua a pueblos enteros surgidos del choque de varias culturas.
Parte de esos pueblos la constituían contingentes beligerantes
fuertes — pero analfabetos — que estaban muy lejos del culto de
los muertos porque venían en son de conquista. Su razón de ser
era — sobre todo — la de pervivir, la de no perecer, a cualquier
costo. Por algo fueron llamados bárbaros.
La cultura greco-latina, la cultura pagana, que había hecho un
culto de la vida y de sus placeres y que para acrecentarlos en forma
de riquezas acumulativas se servía de la esclavitud, se desentendió de
los valores trascendentes del orden espiritual. Los criterios del más
allá no inquietaban ni a los griegos ni a los romanos… Y si usaron
el culto de los muertos era sólo para perpetuar el origen de castas,
lo cual implicaba poder político, y en las luchas a muerte en que ese
poder político se debatía se fue consumiendo a sí mismo mientras
se reclinaba ahíto en el banquete que les proporcionaba a las clases
dirigentes el trabajo esclavo, y mientras consumía razonamientos filosóficos
de toda índole para justificar su molicie. El excesivo amor a
la vida fue llevando esas clases paso a paso a la muerte.
Partiendo de conceptos contrapuestos de la vida y la muerte,
tanto a Egipto como a Roma les tocaría perecer en forma
total e inexorable. Naturalmente que en ese proceso concurrieron
— es obvio — razones económicas e históricas de toda índole
que no pueden ser ignoradas. Pero el elemento conceptual
–vida y muerte — tampoco debe ser desestimado.
¡AHORA! *No. 945* 4 DE ENERO DE 1982
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