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De Calcuta a Miami… (pensando en la
Madre Teresa)
T oda cosmología parte de un centro ideal imaginario. Todo
proyecto humano — réplica de un modelo divino, es decir,
mítico — que pretende evadir el límite de lo caótico, de lo
inexistente, de lo no formado o todavía por formar… se realiza
a partir del núcleo de pensamiento. Ese núcleo u ombligo —
olfato primordial o primario — irradia a su alrededor una red
de pensamiento y acción que va cubriendo en un orden preestablecido
un espacio circular que no pierde contacto con el
núcleo inicial. En la medida en que ese núcleo y el espacio conquistado
a través del pensamiento y la acción que aquél ha generado
no pierda su relación de causa y efecto — de coherencia
— quedará asegurada la consistencia de ese proyecto con sus
eventuales consecuencias sin que entremos en este momento
en consideraciones de carácter moral y mucho menos metafísico.
Si ponemos en la mira la acción de la Madre Teresa, ganadora
del Premio Nóbel de la Paz — la más reciente y la más
humilde ganadora — tenemos que creer que ella — ella de por
sí- constituye un núcleo de pensamiento y acción perfectamente
defi nido y caracterizado. Perfectamente coherente, perfectamente
humano. Su periplo desde Calcuta a Miami nos intriga,
sin embargo.
Veamos. Calcuta es la capital del hambre. En Calcuta se
recorren el amanecer de cada día como si fueran parte de los
desperdicios de los desechos de la gran ciudad, una miríada, ni
no dos, de cadáveres que aparecen diseminados en las aceras
víctimas del hambre, de la enfermedad y del abandono y cuyo
tutelaje — mientras quede un soplo de vida — se ha impuesto
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