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Lo que han visto los ojos de la Madre Teresa
también en Miami
L a semana anterior Reloj de Sol marcó su hora abriendo una
interrogante sobre la decisión de la madre Teresa de Calcuta
de establecer una misión de caridad para socorrer a los
“menesterosos, las prostitutas y los alcohólicos que pululan en
las aceras del centro de la ciudad de Miami”.
Dicho así, sin más noticia, de por sí, no puede extrañarnos.
La Madre Teresa nos tiene acostumbrados a todos los que
hemos seguido siquiera de lejos sus pasos, a considerar cuán
acorde y coherente es esa decisión con toda su obra previa y la
que sin duda habrá de seguir realizando mientras vida tenga.
No cuestionamos en absoluto la decisión. Cuestionamos sí la
realidad social de Miami que justifi ca la misión de caridad emprendida
por la Madre Teresa.
¿Cómo es posible imaginarnos que la ciudad trazada para
el disfrute y la holgura de sus habitantes, de lujosas construcciones,
colmada de vacacionistas de lujo, enclavada en una parte
privilegiada por la naturaleza en una porción del territorio
de la abundancia (de la esperanza dicen otros) pueda necesitar
de la asistencia, de la caridad — la misma caridad pero con
mayúscula que se prodiga en las calles de Calcuta — para socorrer
gentes que la sociedad de la abundancia, a lo que parece,
abandona y relega?
¿Dónde estarán los mecanismos de seguridad social, de
previsión social — educación, salud, techo, orientación, cuidado,
etc.etc. — que debería brindar una asistencia mínima a los
seres menos capacitados en una sociedad que se permite gastar
cantidades masivas de dinero para la atención de lo que allí se
llama “seguridad social”?
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