Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
ignorarnos mutuamente porque la mujer rara vez tiene “poder
de decisión” o detenta posiciones ejecutivas; si recurrimos aunque
sea sólo por inercia a la capacidad masculina para aconsejarnos
y guiarnos, entonces, ¿cómo vamos a librarnos del colonialismo
mental que muchas padecemos?
Tenemos que vernos unas a las otras con nuevos ojos.
Como núcleos positivos de decisiones conjuntas, adecuadas.
Como posibles generadoras de actitudes funcionales y claves
(con capacidad de decisión y de maniobra). Si contamos lealmente
unas con las otras, no ya dentro de una organización, no
ya dentro de una empresa, sino como entes sociales en cualquier
instancia, como mujeres hechas y derechas que somos,
entonces sería cuando empezaría a vislumbrarse — de verdad
— el próximo paso. Pero no antes. Nunca antes.
Actualmente no es que nadie nos exija ignorarnos mutuamente.
No es que se nos plantee esa actitud como necesaria.
Pero ocurre porque existe tradicionalmente una actitud de discriminación
(¿espontánea?) de la mujer hacia la mujer, aunque
afortunadamente la tendencia general vaya en dirección opuesta.
Dije la tendencia general, pero la realidad concreta todavía
deja mucho que desear.
En muchos casos se dirá que el machismo es la fuente de
todos esos males que se convierten en agravios repetidos y gratuitos
contra la mujer. No hay tal, sin embargo. Yo diría que el
machismo sólo pone las bases de la marginación, de la rivalidad
entre sí de una gran porción de las mujeres. Del aislamiento de
la mujer. De la alienación, para decirlo en lenguaje sociológico
más actualizado. Es decir, el machismo es la condición previa
para la auto-marginación y para la mutua marginación de mujer
a mujer.
Pero concurre otro factor al que en otra publicación me
he referido: el hembrismo exacerbado, el exhibicionismo de la
condición de mujer; la competición de algunas mujeres frente
a las otras llevada a punto de rivalidad constante y estéril. Ése
642