Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
un estupendo “close up” — complemento del atuendo vaquero
— enlaza metafóricamente todo ese mundo maravilloso de
poder y dominio… y el cetro, aunque aparece minúsculo entre
los dedos del fumador a caballo, es el cigarrillo cuyo humo envuelve
ese rostro curtido y augusto en un marco de suficiencia
y de prestigio que, a ese punto de la filmación, aparece y es ya
inigualable. Nada más sutil, nada más astuto. Nada más desproporcionado.
Nada más convincente.
Si calculamos el poder de convicción de éste u otro anuncio
semejante concluimos en que nuestra capacidad de maravillarnos
en el mundo de hoy está condicionada en gran parte
por mecanismos que nos vienen impuestos inadvertidamente
pero eficientemente, eficazmente. Si a partir de ahí hacemos
conciencia — nos percatamos — de una legítima preocupación
al cuestionarnos cuál o cuáles son las motivaciones de nuestra
rutina diaria… las nuestras, las legítimas, las que no nos vienen
impuestas, tendríamos que concluir en que el margen en que
nos movemos libremente es cada vez más angosto, más escaso,
fumemos o no fumemos.
El signo de los tiempos — el nuestro — es, sin lugar a
dudas, no el poder atómico, sino el poder de la publicidad, del
uso de los medios de masas (mass media); el uso arrollador de
la propaganda.
¿Es eso sano?
¿Es eso irreversible?
¿Es eso legítimamente humano, parezca maravilloso o no?
El mundo de las maravillas es un derecho de la infancia — y
de todos, por cuanto que todos hemos sido niños — . Debería
ser un derecho inalienable si se mantiene prístina y libre esa capacidad
innata de maravillarnos. No nos la dejemos arrebatar
del todo.
Ni siquiera por el cigarrillo mejor anunciado.
¡AHORA! *No. 873* 18 DE AGOSTO DE 1980
52