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Poder de decisión y capacidad de maniobra
C uando el poder de decisión concentrado en forma individual
se complementa con la capacidad de maniobra correcta
y equilibrada se pueden producir — en términos humanos
e históricos — acontecimientos que desbordan cualquiera
previsión y hasta hacer época. El rey Luís XIV de Francia fue
un ejemplo más que relevante de ese concepto.
Cuando el poder de decisión no se complementa con la capacidad
de maniobra en forma creativa y a la vez equilibrada, se
producen — en términos fatalmente deshumanizados — grandes
catástrofes. Tal fue el caso terrible de Hitler cuyo poder de
decisión prácticamente omnímodo marcó con mares de sangre
una época histórica todavía reciente. Tales fueron también los
casos de Nerón y Calígula en el remoto tiempo de los césares,
cuyo poder de decisión se medía solamente con el de los dioses
paganos (de haber éstos existido), pero cuya capacidad de
maniobra era, para decir lo menos, errática, extravagante y demencial.
El poder de decisión puede ser permanente — como en el
caso del poder político hereditario — pero puede ser también,
por efectos de desaciertos y errores acumulados, efímeros o circunstanciales.
Ejemplos sobran en la Historia. La capacidad
de maniobra que se trae al mundo como patrimonio personal,
puede pasar a ser de circunstancial a permanente si haya modo
de aplicarse en tiempo y oportunidad adecuados porque no
provienen de elementos externos ajenos a la persona misma
sino de condiciones intrínsecas que, de no periclitar o mermar
accidentalmente, estarán siempre presentes en el sujeto en
cualquiera circunstancia en que se encuentre aunque solo sea
en forma latente.
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