Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Reloj de Sol
dice que 400 personas morían diariamente y en un solo cementerio
se sepultaron 11,00 víctimas en seis semanas. Se estima
que la mitad de los habitantes fueron reportados muertos entre
los que se contaban nueve cardenales y setenta clérigos de distintas
dignidades. A tal punto llegó el poder aniquilador de la
peste que el Papa Clemente VI concedió la absolución de los
pecados a todos los que morían por causa de la epidemia ya que
la absolución individual de los agónicos era imposible porque
su número sobrepasaba en mucho la disponibilidad de clérigos.
Cronistas contemporáneos dijeron que la calamidad era tanta
que todos creían que aquello “era el fin del mundo”.
Según el criterio más extendido la plaga era un castigo divino,
lo que produjo gran desmoralización y descomposición
de las costumbres porque todo el mundo se creía amenazado
de muerte.
De ahí se derivó un fenómeno muy característico: la formación
de contingentes humanos de doscientas, trescientas y
hasta mil personas que salían a recorrer pueblos tras pueblos
como “flagelantes” voluntarios o penitentes que por “inspiración
divina” se sometían al flagelo hasta el sangramiento para
hacer penitencia y lograr la salvación de todos. Organizados
por un “master” actuaban en plazas públicas hasta tres veces
por día.
Poco a poco esos flagelantes se convirtieron en una amenaza
para la sociedad porque su conducta iba haciéndose cada
vez más díscola y desafiante enfrentándose a la autoridad sacerdotal
ya que ellos se sentían ser los escogidos por la voluntad
divina para atraer la salvación de los pueblos.
Fueron tantas las depredaciones y el desasosiego que todo
ese fenómeno produjo que el Papa Clemente VI publicó una
bula en 1349 ordenando su dispersión y arresto. Por su parte
el rey Felipe VI decretó “bajo pena de muerte” que cesaran las
flagelaciones públicas. Poco a poco esas bandas se fueron desintegrando
hasta desaparecer por los años 1357 después que la
161