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Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

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Carmen Quidiello <strong>de</strong> Bosch<br />

san; luego — <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que cobró los primeros sueldos — , entró<br />

en una cooperativa y más tar<strong>de</strong> aún “un amigo complaciente y<br />

<strong>de</strong>saprensivo” le abrió créditos que fueron su perdición, porque<br />

ahí sí las alas le crecieron sobradamente y <strong>de</strong> golpe y ya<br />

no hubo cómo pararlas. No quedaba, pues, sino volar (“volare,<br />

volare”) a como diera lugar.<br />

Pero, ¿y adón<strong>de</strong>? Las alas pesaban <strong>de</strong>masiado, lo cual hacía<br />

que se <strong>de</strong>slizaran hacia el suelo por vertientes <strong>de</strong> su exagerada<br />

gravi<strong>de</strong>z formando una especie <strong>de</strong> nata o colcha o “corpus <strong>de</strong>licti”<br />

masivo que <strong>de</strong>lataba la presencia sin justificación <strong>de</strong> aspiraciones<br />

exageradas <strong>de</strong> quienes sin méritos propios tomaban<br />

un <strong>de</strong>stino equivocado…<br />

De otra parte, los saltamontes ver<strong>de</strong>s y marrones, conocidos<br />

con el nombre eufemístico <strong>de</strong> esperanzas, y los abejorros que<br />

han hecho carrera en distintos partidos políticos sin importar<br />

gran cosa la i<strong>de</strong>ología adscrita a los mismos siempre y cuando<br />

sirvan para aumentar la cuenta <strong>de</strong> banco que — por supuesto<br />

— se hincha con la humedad <strong>de</strong>l Trópico (léase corrupción),<br />

representan, a<strong>de</strong>más, un mal ejemplo para las hormiguitas <strong>de</strong><br />

tierra y aire porque como ellos tienen una caparazón más dura<br />

— coriácea, suele llamársele — pue<strong>de</strong>n darse el lujo <strong>de</strong> dar saltos<br />

y tumbos sin que les ocurran <strong>de</strong>masiados <strong>de</strong>scalabros, <strong>de</strong><br />

ésos que ellos suelen <strong>de</strong>nominar “experiencias”.<br />

Pero la noche tropical se alarga <strong>de</strong>masiado. Primero fueron<br />

cuatro años que se cerraron <strong>de</strong> golpe con un hecho luctuoso<br />

<strong>de</strong>masiado ostensible, <strong>de</strong>masiado lamentable, <strong>de</strong>masiado evi<strong>de</strong>nte<br />

en sus antece<strong>de</strong>ntes y consecuentes… Luego vino un interregno<br />

y discursaron cuarenta noches que alguien comparó<br />

con las <strong>de</strong>l diluvio universal y allí sí se volvieron locas todas las<br />

hormiguitas… a quienes “alas les quisieron nacer”.<br />

Cuarenta noches fueron muchas noches y sirvieron a<strong>de</strong>más,<br />

para que el abejorro mayor <strong>de</strong>l cortejo diera un salto tan<br />

alto que entró en un vértigo <strong>de</strong>l que todavía no ha podido curarse…<br />

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