Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
no sólo se alarga en la prole; se alarga en la previsión del acto
por realizar: el acto no realizado pero realizable.
Después de esto — en la invernada — dentro de su cueva
profunda y segura, ya no sólo tiene previsión, sino retrovisión,
que le hace pintor de las grandes manadas de animales de caza
que ha visto y quiere volver a encontrar en las praderas naturales
y que prefigura pastando a su placer — el placer de las
manadas y del salvaje — porque ahí irá él a encontrarlas en el
futuro que él todavía o tiene cómo nombrar y que por tanto
designa como “primavera” sino que para él es un concepto global:
el de la caza por venir. Mientras tanto ha inventado el arco
y la flecha y también las trampas. El arco y la flecha es el futuro
de la distancia. La trampa es el pasado en función del futuro.
Aquí nuestro hombre en la selva es ya todo un señor poderoso
porque tiene asegurado el yantar para sí y para su prole que ya
para entonces se ha multiplicado tanto que no cabe en las tales
cuevas y todos juntos se lanzan a conquistar el espacio exterior--
no se precipiten, por favor; me refiero sólo al espacio más
allá de la cueva: la selva, la montaña, la llanura.
Paso a paso él va conquistando su hábitat y moldeándolo.
Es tanto lo que ha tenido que hacer este pobre ser débil y poderoso
al mismo tiempo; tanto es lo que ha tenido que afanarse
por andar esos pasos que — aparte del sol que es ineludible, y
que es ya la incipiente divinidad además — apenas ha tenido
tiempo de mirar otra cosa más que a su alrededor para protegerse
primero y para aprovecharse después de cuanto lo rodea
en su beneficio y en el de su especie.
Pero un día — mejor dicho, una noche entre muchas — ya
salido de la cueva, ese ser vigoroso pero todavía tímido y alucinado,
apenas salido de su pavor ancestral… mira hacia arriba
y ve (ven él y su tribu) algo a lo que apenas le había puesto
cuidado durante su larga estancia nocturna en las cuevas —
sus ciudadanos anteriores habían sido para enfrentar lo más
perentorio — . Asombrados ven, se percatan — ¡al fin! — de
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