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Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

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Carmen Quidiello <strong>de</strong> Bosch<br />

nada <strong>de</strong>l mundo hubiera faltado a la cita <strong>de</strong> este año, a lo que<br />

respondo que mucho menos podría yo haberle fallado — testimonialmente<br />

al menos — ya sea a través <strong>de</strong> éste u otro reloj <strong>de</strong><br />

sol… La diferencia está en que ella confecciona y riza las corolas<br />

<strong>de</strong> sus flores durante la noche y me las brinda completas y<br />

primorosas en las primeras horas <strong>de</strong> la mañana, mientras que<br />

yo, por razones obvias, conservo el hábito <strong>de</strong> dormir a horas<br />

convencionales y sólo puedo servirle <strong>de</strong> espejo — eso sí, gozosa<br />

y puntualmente — tan pronto como, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar,<br />

echo a andar el mecanismo <strong>de</strong> la casa con sus mil exigencias<br />

pequeñas, intrascen<strong>de</strong>ntes y rutinarias <strong>de</strong> cada día.<br />

Pero hay algo que me intriga en éste y en todos los abriles<br />

<strong>de</strong> nuestra ya larga relación. Y es que ella — la carolina — es el<br />

único árbol <strong>de</strong> todo el jardín vecino que a los ojos se me ofrece<br />

como propio sin que por eso viole las leyes <strong>de</strong>l usufructo,<br />

que guarda las reglas clásicas dictaminadas por la primavera <strong>de</strong><br />

otros países; esto es, la ausencia total <strong>de</strong> hojas en el árbol y brotes<br />

explosivos <strong>de</strong> flores — en serie — punteando el calendario<br />

<strong>de</strong> todo su abril preciso y particularmente exótico.<br />

A su alre<strong>de</strong>dor, el mango, el limoncillo, el caimito, aparecen<br />

como un público reverente que se <strong>de</strong>dica a aplaudir año<br />

por año, con un temblor emocionado <strong>de</strong> sus hojas, la puesta en<br />

escena <strong>de</strong> gran gala <strong>de</strong>l ballet que les ofrece su vecina mientras<br />

dura la aparición <strong>de</strong> cada una <strong>de</strong> sus flores.<br />

Ellos, varones aguerridos, mantienen sus ver<strong>de</strong>s uniformes<br />

<strong>de</strong> campaña a lo largo <strong>de</strong> todas las estaciones y en sus mochilas<br />

llevan su propia floración, pero discretamente — a prorrateo —<br />

, en su logística <strong>de</strong> patio <strong>de</strong> cada año.<br />

En cambio, la carolina no. Ella, perfectamente temperamental,<br />

pero con gran profesionalismo, ofrece un espectáculo<br />

esplendoroso a la hora <strong>de</strong> pautar la salida a escena <strong>de</strong>l solo que<br />

baila cada flor con su partenaire invisible — el aire <strong>de</strong> primavera<br />

— en su baile <strong>de</strong> punta en cada una <strong>de</strong> las ramas, los filamentos<br />

finísimos <strong>de</strong> su falda carmesí tiemblan en la atmósfera<br />

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