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Reloj de Sol
cha quemante pero sin luz; hay una calma inquietante; hay un
“caerse muerto” del clima que no es familiar; y el metabolismo
de nuestro universo queda roto y vuelto al revés. Se instala un
pánico telúrico hasta en los animales y las plantas — en todo
lo que vive y respira — y hasta en las cosas. El hombre — sobre
todo — la humanidad tropical, padece en estado de alarma general
en la punta de los nervios, en los pulmones, y los viejos
recuerdan síntomas parecidos de acaeceres pretéritos.
Cuántas veces desde niña he oído decir, aquí y en otras tierras
antillanas, a gentes humildes y sin pretensiones de sabihondos:
“El aire se va a quemar… un huracán debe estarnos rondando”. Y
así es en efecto porque literalmente falta el aire y si falta es porque
se está quemando en alguna aparte o porque se ha ido a engrosar
la vorágine, el centro de atracción que es el vórtice del huracán.
Ni siquiera hay pájaros en el aire como cuando se trata de una
mera tormenta tropical que se anuncia con los vuelos en círculos
de algunas especies de aves de buen tamaño, por el chillido — un
tanto perturbador — de las especies pequeñas.
En estos días, prácticamente en estas fechas, hemos confrontado
todos los síntomas de la naturaleza angustiada de nuestro
mundo vuelto al revés; pero no se trata sólo del huracán y de las
consecuencias de su maleficio… Se trata de otra vorágine y de
otro vórtice, o mejor dicho, de otro vértice; el de la “pirámide”
que todo el mundo pretende escalar apresuradamente.
Este llamado fenómeno de la “pirámide”, una intención estragante
y aterradora también por cuanto tiene de foránea, de
trastocadora de las leyes de causa y efecto, nos visita ahora peligrosamente.
Gracias a la pirámide una capa social ávida de
bienes materiales a los cuales no tiene acceso, ya que por los
métodos, ha encontrado la panacea universal para la acumulación
de pesos que le abrirán el apetito — pronto insaciable
— de cosas ni siquiera todavía soñadas…
Estas líneas quieren ser un alerta para advertir sobre esa
salida falsa y trastocadora de valores, porque, ¿a quién se le
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