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Reloj de Sol
más, días menos, según mis noticias, ya que no por confidencias
directas de su merced, Mercedes, digna y meritísima esposa
del querido Gabriel (el Gabriel por antonomasia o Miguel
de Cervantes de nuestra literatura mestiza). Otras testigos de
primera mano (léase esposas de pacientes ilustres de ese gravísimo
mal: la escritura), atestiguan de diversas maneras que
éstos viven en un estado de eterna convalescencia. (Curiosamente
los más afectados son los que se dedican exclusivamente
al mundo de la ficción).
Por fortuna la tal convalescencia eterna que acusa tantos
síntomas como idiosincrasias particulares hay, no es contagiosa,
ni endémica, ni mucho menos epidémica… Es excepcional,
como lo es el verdadero talento. ¡Gracias sean dadas a la providencia!...
porque, si no, ¿adónde iríamos a parar los demás
mortales corrientes y molientes?
En el caso de que se constituya un gremio para mejor sobrellevar
síntomas tales y desde luego ajenos, al punto, sin pensarlo
mucho, me apunto. Hoy por hoy sólo me proponía completar
un texto. Helo aquí.
¡AHORA! *No. 892* 29 DE DICIEMBRE DE 1980
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