Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
El desafío de esta época que nos ha tocado vivir no es un
desafío parcial hecho de conquistas sociales, políticas, económica,
culturales, cada una por sí misma a pesar de la importancia
enorme de cada instancia. Es sin duda, la conquista de la
paz. Es la exigencia abrumadora, inconmovible, sostenida hasta
sus últimas consecuencias, repetida hasta el infinito, de no
retornar jamás al insulto deshumanizante de la guerra. Mucho
menos a la guerra total. De producirse una guerra atómica (de
cualquier denominación), las esperanzas de reinvidicaciones
parciales serían nulas. Una humanidad enferma, desquiciada,
desestabilizada en su esencia más íntima por el horror — sin
parámetros de confianza a los cuales referirse — desfuturizada,
deshumanizada… ¿para qué les servirá a las mujeres — a ellas
— por sí mimas? ¿Con que ética criaríamos a nuestros hijos?
¿Con qué esperanza?
El Papa ha ido a Hiroshima y a Nagasaki. Ha hablado de
la paz con la enorme autoridad del credo cristiano que él representa.
Ha bendecido las tumbas — ya que no los muertos
porque de ellos apenas quedó una sombra, en negativo, en la
mayoría de los casos — . En otra nueva guerra ni el Papa ni nadie
tendría nada que bendecir porque estaríamos de antemano
todos malditos. Hombres… y mujeres también, por la responsabilidad
que nos toque. Todos.
¡AHORA! *No. 903* 6 DE MARZO DE 1981
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