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Piff –paff o la segunda oportunidad
E l prestigio de la letra impresa — sobre todo en los años
infantiles y juveniles — suele dejar huella profunda y determinante
en muchos casos. El cuento “Pif-Paff ”, que entre otros
muchos atesoraba el Tesoro de la Juventud — colección famosísima
que abarcaba un sinfín de temas tanto científi cos como
literarios y de fi cción, editada posiblemente en el primer cuarto
de siglo, en los EE.UU. — tuvo la virtud de proporcionarnos a
muchos niños de los años veinte — entre ellos el insigne Pedro
Mir, — quien lo mencionó en una entrevista que concedió
recientemente — no sólo entretenimiento sano y multiplicado
sino también conocimientos de la más variada índole cada vez
que leímos alguno de sus capítulos y además, al proponer el
tema central — específi camente en el caso del cuento a que me
refi ero — lo hacía con tal gracia, con tal maestría, que ni siquiera
nos percatábamos de que estaba trasmitiéndose una clave
básica, de esas que orientan una vida.
El argumento del cuento está lejos en mi memoria y apenas
podría reconstruirlo aquí, pero — sin duda — uno de los
recursos de la trama además de tener un gracejo especial refl ejaba
una fi losofía de la vida muy a la inglesa. El protagonista
debía elegir siempre la segunda opción en cualquier decisión
que tomara porque de lo contrario a diestra y siniestra se oía
y se sentía — viniendo de no se sabe dónde — el chasquido y
el golpe de dos tremendas cachetadas sin mano que quedaba
vibrando en el aire… Así, cada vez que el personaje central,
sin tomar en cuenta una experiencia anterior, se abalanzaba a
tomar una decisión súbita — la de la primera opción que se le
ofrecía o se le venía a la mente — se repetían las cachetadas sin
previo aviso sin sermones, eso sí, sin que se repitieran más de
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