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Fragilidad y pasión de un desafío
D esde Copenhagen hasta Dubrovnick, desde Helsinski hasta
los pirineos y más allá, pasando por todos los cruces
de camino, durante el corto estío europeo hay una constante
fl uidez de jóvenes barbados y sus correspondientes compañeras
de largas cabelleras fl otantes que parecen sugerir el encuentro
feliz de distintas corrientes invertidas de aves migratorias
guiadas por un instinto más que por una consigna general: se
aposentan en las plazas, en los parques, en los bosques, frente
a las escalinatas de los museos, sin prisas y sin itinerarios fulminantes
(turísticos) y conviven a la intemperie en espíritu de
confraternidad que mueve a asombro. A esos jóvenes barbados
y a sus compañeras dedicamos estas líneas.
Si los situados como dominadores en un medio económico
social determinado tienen y cultivan una apariencia que los caracteriza,
los defi ne y los hace reconocibles ya sea en la cuidada
indumentaria, ya en el lujo preciso de la corbata o en el impecable
corte de pelo…¿qué de extraño, qué de improcedente sería
que los que no aspiran a estar situados en ese medio económico-social
busquen para sí y encuentren una tal apariencia también
reconocible e identifi cable; un denominador común que
los haga, si no convencionalmente aceptables, cuando menos,
reconocibles entre sí, para concertar tácitamente , con tanta
fragilidad como pasión un trascendental desafío; el desafío más
patético y más desproporcionado que recuerdan los tiempos
desde que la humanidad se hizo presente en la historia? ¿Y qué
es la humanidad sino un frágil desafío renovado en la primavera
de cada generación y puesto en vilo, apasionadamente, frente
a valores caducos que en su día fueron consagrados como
valederos y vigentes?
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