Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Hermanos gemelos
Cuánto no daría yo por encontrar en mí a alguien que no
soy: a ese fugitivo que se niega a dejarse atrapar en la rutina
insoslayable de los días; al agreste y montaraz vagabundo
ávido de caminos; al rebelde a toda actitud motivada por acondicionamientos,
por prescripciones, por fórmulas...
Ah, cuánto no daría yo por hacerme el ánimo para ir a buscarlo,
para tomarlo de sorpresa mientras sestea recostado a un árbol y a piernas
sueltas y tomándolo de la cabeza con ambas manos hacer topar
nuestras frentes para hurgarle los ojos cuyas pupilas son idénticas a
las mías, desentrañar en ellas la maleza que haya crecido entre él y yo
desde nuestro nacimiento y despejar el espacio que hiciera falta para
poder allí como zagala y zagalejo gemelos soltar nuestros bríos ansiosos
de juegos bruscos y tiernos tal como de cachorros inquietos...
Como seguro él ha de ser mucho más hábil que yo, siéndolo
rendiría mis fuerzas y pulsaría con ambos puños sobre mis muñecas
para someterme a su arbitrio. Pero no; si tal hiciera sólo lo
haría por breves instantes porque de sobra sé que a él no le interesa
en lo más mínimo probar sus fuerzas ni emplearlas en someter a
nadie: me soltaría, pues, de súbito para, eso sí, perderse de nuevo,
raudo, entre breñales aún más recónditos e inaccesibles.
Por eso he cesado de buscarlo, para no perderlo. Pero sé
que en algún rincón dentro de mí él alienta y respira: vive.
Cuando siento que el cerco que me rodea me acorrala demasiado
y amenaza con sofocarme dejo de respirar y su aliento,
hecho de una recóndita libertad, me da sustento para persistir
en la esperanza de algún fortuito o inevitable encuentro con ése
entrañable, mi elusivo gemelo...
199
31 de mayo de 1983.