Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
lemne, con ojos azules imperturbables y toda ella tercamente
resguardada del tiempo para esperar el regreso del hijo indiano
que le traerá, como en ramillete, a la filla cubana del otro lado
del mar y a su prole. La abuela — como tantas otras abuelas
asturianas — era la piedra fundamental de una larga estirpe
de proezas anónimas derramadas allende el mar por gentes de
reciedumbres y talentos múltiples, emprendedores y tenaces,
generosos para otros y sobrios para sí mismos.
Asturias es también las primeras letras aprendidas sin esfuerzo
bajo la sombra del manzano junto a la prima-hermana
mayor, mentora inigualable capaz de convertir el abecedario en
leche fresca, pan con manteca, y frichuelos humeantes y sabrosos.
Nunca he sabido de un método tan eficaz y contundente
para alfabetizar. Todavía hoy me pregunto cómo puede haber
analfabetos sobre una tierra generosa y nutricia, esta dominicana
tan querida o cualquier otra. ¿Por qué esa fórmula pedagógica
maravillosa no se aplica — sin demora — aquende el
mar, y en todas partes…?
Y hay más en el recuerdo: hay montañas escarpadas inaccesibles,
rocas inmensas, pétreas, hurañas, inexpugnables, aliadas
de Pelayo y sus huestes, aliadas de hombres indomeñables
como ellas mismas. En una fisura de esas montañas hay una
cueva y en la cueva un altar y en el altar una virgen pequeña —
la Santiña — que a los ojos de una niña de pocos años y poco
juicio parecía un precioso regalo de Día de Reyes.
Y hay también prados verdes y romerías y cantos y bailes trenzados
con alegría, pero sin afán; más bien un tanto parsimoniosos,
simples y llenos del impulso exacto para cumplir ciclos vitales: el
de las bodas, los bautizos, las ferias innumerables, las idas y venidas
de las estaciones: danza mayor del universo, y éste, razón de
ser del hombre con vocación trascendente, que si bien es apegado
a su tierra también es capaz de sentirse hombre universal porque
de talante universal es en gran medida el hombre asturiano y entre
ellos el hombre excepcional a quien llamé padre.
86