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Memoria Tomo 1 - fundacionecoan.org

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Cultura y racionalidad campesina IsaíasTobasura-Acuña<br />

acumulación de excedentes en este primer estadio de uso y apropiación del territorio. Debido<br />

a que los suelos apenas se abrían a los cultivos, su exuberancia permitía obtener altos<br />

rendimientos sin necesidad de aplicar fertilizantes o pesticidas. El conocimiento aplicado a la<br />

transformación y uso del paisaje era el tradicional, heredado de generación en generación y<br />

transmitido mediante la fuente oral. Consistía en la utilización de semillas de la misma finca,<br />

siembras siguiendo las fases de la luna y orientación de los surcos en el terreno buscando la<br />

manera de que las labores de cultivo resultaran cómodas de realizar. Muchas de las prácticas<br />

agrícolas: preparación del suelo, siembra, selección de la semilla, poda de árboles, castración<br />

de animales, estaban estrechamente ligadas al sistema cosmológico de los campesinos, es<br />

decir a su manera de entender las relaciones del individuo, la sociedad y la naturaleza. La<br />

producción no se orientó según la racionalidad instrumental de la acumulación de capital,<br />

sino siguiendo las pautas de la acción no racional, tradicional y afectiva, de la reproducción<br />

simple de la unidad doméstica (Weber 1969).<br />

Algunas narraciones de nuestros informantes dan cuenta de los cambios ocurridos en la<br />

arquitectura del paisaje de la zona en este período. Es bueno anotar que en los relatos el<br />

informante pasa de la objetivización del paisaje al mito o a la leyenda sin establecer fronteras.<br />

Desde el punto de vista epistemológico en el «mapa cognoscitivo» del campesino no existe<br />

la fragmentación del mundo a que nos ha llevado la ciencia occidental (Ortiz 1979). “Cuando<br />

llegué al páramo, las montañas eran vírgenes y de una belleza incomparable; allá (en la<br />

montaña) había mucho animal bravo: oso, león, madremonte, patasola. El silencio en medio<br />

del monte era absoluto: no ladraba perro, no cantaba gallo, no había marrano. Por las<br />

noches las puertas se mantenían bien atrancadas, porque las fieras rugían y los espantos eran<br />

frecuentes. En ninguna casa faltaba el arma de fuego, casi siempre la escopeta de chimenea,<br />

para quemarles a las fieras o a los espantos. Hoy ha cambiado todo: ya no hay animales<br />

bravos ni tampoco espantos. En esa época nadie se le metía a la montaña. Era miedoso, no<br />

sólo por la presencia de animales bravos, sino por la nevada que caía. Abierta la montaña se<br />

fueron llevando animales: el perrito, el gatico, el marranito, el gallito. Cuando cantó el gallo<br />

y ladró el perro se ausentaron los espantos (A. Valbuena, com. pers.).<br />

El relato matizado de fantasía permite establecer la escasa intervención humana en el medio<br />

natural. Salvo casos excepcionales, las montañas eran prístinas; por ello, adecuarlas para la<br />

actividad productiva fue una tarea ardua que realizaron los colonos que iban llegando. Los<br />

que llegaban en esa época les tocaba empradizar, es decir, tumbar el monte y quemar la leña<br />

para poder sembrar la papa. Dicen los mayores que se tumbó y quemó tanto, que hoy está<br />

haciendo falta la leña y la madera para diferentes usos. Cuando los primeros boyacenses<br />

llegaron, Murillo era pura montaña, pero hoy queda muy poca de la vegetación que hubo.<br />

La situación es preocupante, pues un estacón, en Murillo, vale tres mil pesos y no se consigue.<br />

Los que vivían arriba cerca a Letras, en La Esperanza, como Joaquín Castro, Gracialiano<br />

García y Raimundo Ruiz Parra, quemaban el monte y vendían el carbón puerta a puerta en<br />

Manizales. La madera fina que había se acabó: el chaquiro (Goupia sp), el laurel (Nectandra<br />

laurel), el comino (Ocotea sp.), el cedro negro (Cedrela odorata), el cedro rosado (Cedrela sp.), el<br />

amarillo (Aniba sp.). Lo mismo pasó con los animales: la danta de páramo (Tapirus pinchaque),<br />

el venado coliblanco (Odocolleus virginianus), los perezosos (Bradypus variegatus), el oso de anteojos<br />

(Tremarctus ornatus), la guagua (Agouti paca). De esas flora y fauna extraordinarias es muy<br />

poco lo que aun persiste.<br />

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