Jahrgang 1 / 2011 - Rosa-Luxemburg-Stiftung

social y político reivindicativo. Generalmente el escritor indígena no es un
indígena, sino más bien un escritor que ha nacido en la ciudad y que vive en
ella, educado en una universidad, que habla y escribe en español y no en lengua
indígena. Que si aquellos escritores serían »verdaderos representantes«
de la literatura indígena fue el gran debate que se produjo en la década de
los cincuenta del s. XX en la crítica literaria de países denominados andinos,
entre ellos Ecuador, Perú y Bolivia. En el caso del Perú, la crítica literaria fue
severa con muchos de ellos, determinando cuáles eran los fidedignos representantes
y cuáles de ellos no pertenecían a esta categoría. En su examen incluían
la procedencia del escritor y cómo esta condición era reflejada en el
lenguaje de la obra y en su composición, considerando en su evaluación las
inquietudes políticas que poseía el autor. Este debate enfrentó a escritores
como al indigenista peruano José María Arguedas y al escritor argentino Julio
Cortázar a mediados de la década de los sesenta. Mario Vargas Llosa lo
calificó como el enfrentamiento entre el nativismo y el cosmopolitismo 27 . Actualmente
este debate se encuentra en el olvido. Sin embargo quisiera elaborar
dos breves preguntas a modo de reflexión: a) ¿Es posible la formulación y
la creación de un libro en condiciones normalmente precarias para el acto de
escribir? En el caso del cronista Guamán Poma: ¿Cómo fue posible que el autor
escribiera un documento de más de mil páginas en un contexto social y
cultural que hasta hoy presenta una profunda precariedad material? b) ¿Es
un acto excepcional producir un libro en estas condiciones o es la literatura
canónica la que crea formas y estructuras excluyentes de producción literaria?
Mi respuesta es que cuánto más difícil se presenten las condiciones para
el acto de escribir, mientras más endebles sean las estructuras para su producción,
la literatura aparecerá vital en los extramuros del canon literario.
27 El debate entre Arguedas y Cortázar se realizó mediante cartas publicadas en revistas latinoamericanas
como la Revista Casa de las Américas (La Habana), Marcha (Montevideo) y Life en español (Nueva York)
entre los años 1967 y 1969. La historia de este debate se encuentra bien documentada en el libro de Mario
Vargas Llosa: La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigensimo, México: 1996.
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