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62 Jaime Bonet NavarroEl carácter represor del Estado chino abarca todos los ámbitos de la vidade sus ciudadanos. En el aspecto que nos ocupa, la libertad de creenciasenunciada en su Constitución no puede equipararse a la auténtica libertadreligiosa de los países democráticos, y la laicidad estatal ocupa, de hecho, unpapel similar al de la religión en los Estados confesionales.¿Cómo se ha llegado a esta situación? Hace casi un siglo, la Revoluciónde 1911, dirigida por Sun Yat-sen, abolió el régimen imperial feudal y creó laRepública de China. Hasta ese momento, el Emperador poseía el título de“Hijo del Cielo” (Tian-zhi); era considerado el sucesor del Cielo y su representanteen la tierra. En consecuencia, el Emperador tenía el poder absolutosobre los asuntos que ocurrieran bajo el cielo, y sus órdenes tenían el valorde Decretos sagrados (sheng-zhi).El régimen comunista actual, no obstante, nació en 1949, cuando elPartido Comunista de China, con Mao Zedong al frente, proclamó la RepúblicaPopular China y estableció un sistema político basado en la ideologíamarxista-leninista.En ese sentido, el artículo 1 de la Constitución de 4 de diciembre de 1982establece que “la República Popular China es un Estado socialista de dictadurademocrática popular, dirigido por la clase obrera y basado en la alianzaobrero-campesina”, finalizando con una declaración que conlleva una inquietanteadvertencia: “está prohibido todo sabotaje por cualquier organizacióno individuo contra el sistema socialista”. La discrecionalidad de las autoridadesdeterminará en cada caso qué se considera “sabotaje”, lo cual perjudicala seguridad jurídica de los individuos y de las organizaciones, entre las quese encuentran las entidades religiosas.Prohibiciones similares se hallan en otros artículos de la Constitución,como el 28, donde, de nuevo, un texto repleto de conceptos jurídicos indeterminadosafirma que “el Estado mantiene el orden público, reprime la altatraición y demás actividades contrarrevolucionarias, castiga todo acto queperjudique la seguridad pública...”. En la misma línea, el artículo 54 estableceque los ciudadanos chinos “tienen la obligación de salvaguardar la seguridad,el honor y los intereses de la patria; no deben cometer actos que comprometanesta seguridad, honor e intereses”.Nuevamente, la calificación de tales actos como de “alta traición” o “actividadcontrarrevolucionaria”, la valoración del “perjuicio a la seguridadpública” o la del “honor de la patria”, queda en manos de la absoluta discrecionalidadde las autoridades.Estos artículos constituyen la base ideológica represiva de la libertady de todos los derechos fundamentales, incluyendo, obviamente, el derechode libertad religiosa 2 .2 Sobre la libertad religiosa en China, vid. J. J. Puerto González, La libertad religiosa enla República Popular China, “Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado” 18, 2002, 285–383.

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