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La educacion sexual en el sistema educativo publico uruguayo

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ev<strong>en</strong>tualm<strong>en</strong>te exist<strong>en</strong>te. El tratami<strong>en</strong>to d<strong>el</strong>a d<strong>en</strong>uncia d<strong>el</strong> abuso es un trámite d<strong>el</strong>icadoy sutil, y <strong>el</strong> actor educador que lo lleva acabo está confrontado muchas veces a serdañinam<strong>en</strong>te intrusivo o cómplice de laimpunidad. Como cada caso es particularhabrá talleres para exponerlo y p<strong>en</strong>sarlo,yo solo t<strong>en</strong>go tiempo para sobrevolar algunasg<strong>en</strong>eralidades y las voy a m<strong>en</strong>cionarpara estimular <strong>el</strong> debate <strong>en</strong> grupo. Comoad<strong>el</strong>anto puedo decirles que este tema esdifícil para todos, tanto para <strong>el</strong> maestro rural,como <strong>el</strong> juez o <strong>el</strong> psiquiatra que hac<strong>en</strong>las pericias más sofisticadas. Los límites d<strong>el</strong>a verdad y la m<strong>en</strong>tira, de la realidad y lafantasía dejan dudas muchas veces y hac<strong>en</strong>vacilar al más avezado. Por eso consideroque es mucho mejor que los maestrosasuman la situación, a pesar de dudas yvacilaciones, que recurrir a expertos, a unaparato tecnocrático que a veces resu<strong>el</strong>v<strong>el</strong>os casos y otras los complica.Un hecho a destacar es la frecu<strong>en</strong>cia. Abuso,acoso, incesto, violación, prostitucióninfantil, forman parte d<strong>el</strong> repertorio deconductas humanas frecu<strong>en</strong>tes. Nada segana con hacer la d<strong>el</strong> avestruz y procurarresolver <strong>el</strong> problema de la aberración,minimizándolo. Tampoco transformarlo<strong>en</strong> un éxito t<strong>el</strong>evisivo, competitivo con<strong>el</strong> Gran Hermano, d<strong>el</strong> espectáculo d<strong>el</strong>horror. En la crónica policial los límites<strong>en</strong>tre <strong>el</strong> deber de informar y <strong>el</strong> d<strong>el</strong>eite <strong>en</strong> <strong>el</strong>espectáculo d<strong>el</strong> terror son también difíciles.El descubrimi<strong>en</strong>to y la divulgación de lasredes internacionales de pornografía y deprostitución infantil nos dan la pauta de ladim<strong>en</strong>sión y magnitud d<strong>el</strong> problema. Pero<strong>el</strong> acto <strong>educativo</strong> no está <strong>en</strong> la exhibiciónd<strong>el</strong> espectáculo, sino <strong>en</strong> la cocina donde seprocesan y trabajan los problemas.El abuso incestuoso no es privativo de lapromiscuidad propia de la pobreza de laspoblaciones marginales, es una pandemiaque toma todos los estratos sociales. Claroque hay una viol<strong>en</strong>cia discriminatoriacuando <strong>el</strong> abuso –<strong>en</strong> las clases medias yaltas– lo tratan psicólogos, psiquiatras yabogados, y <strong>en</strong> las clases de bajos recursoslo hace <strong>el</strong> comisario d<strong>el</strong> barrio, y las cualidadesd<strong>el</strong> comisario son aleatorias, puedeser sagaz o puede ser un bruto. Aunque <strong>en</strong>verdad estos extremos también se v<strong>en</strong> <strong>en</strong>los profesionales universitarios que dirim<strong>en</strong>estos temas. En <strong>el</strong> tema de la violación,que es axiomáticam<strong>en</strong>te una aberracióny un abuso, me parece necesario, <strong>en</strong> unacomunidad de doc<strong>en</strong>tes, discutir sus límitesy no confundir violación con las experi<strong>en</strong>cias,a veces sórdidas y traumáticas de lainiciación <strong>sexual</strong>. Hay violadores adultos, oadolesc<strong>en</strong>tes de 16 años para arriba. No hayvioladores de 13 o de 11, y muchas veces“El abuso incestuoso no esprivativo de la promiscuidad propiade la pobreza de las poblacionesmarginales, es una pandemia quetoma todos los estratos sociales”<strong>en</strong> la vagancia propia de esa edad y de lasmiserias sociales conexas, <strong>en</strong> esos tiemposde ocio infinito, de tiempo vacío, sin escu<strong>el</strong>aso c<strong>en</strong>tros deportivos que <strong>en</strong>cauc<strong>en</strong>la <strong>en</strong>ergía, allí surg<strong>en</strong> conductas que desd<strong>en</strong>uestra mirada adulta y desde nuestra moralconv<strong>en</strong>cional podemos llamar conductasdepravadas. Pero no hay derecho a calificara ese actor infantil de d<strong>el</strong>incu<strong>en</strong>te, sinode niño <strong>en</strong> formación y, más que buscarsanción y castigo, debiéramos p<strong>en</strong>sarlo<strong>en</strong> su miseria y sus riesgos. Nuestro deberes inv<strong>en</strong>tar dispositivos <strong>educativo</strong>s que lorehabilit<strong>en</strong> antes de que se consolide suitinerario hacia la d<strong>el</strong>incu<strong>en</strong>cia.Para terminar: Lo poco que puede hacer <strong>el</strong>educador o <strong>el</strong> adulto es muchísimo, aunqu<strong>en</strong>o t<strong>en</strong>ga la llave maestra o <strong>el</strong> recetariode la solución. Lo mucho que podemoshacer es estar disponibles y acompañar. Nodejar solo al pequeño sujeto <strong>en</strong> su drama.49

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