20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

arrancábamos los coturnos de los pies y le pegábamos sobre el cráneo pelado, y que él,<br />

bajo aquellos golpes, reía, hacía muecas, feliz…<br />

—¡Diego! ¡Diego, por caridad! —lo interrumpió, con una súplica, la madre.<br />

—… Estaba borracho. Lo emborrachábamos nosotros…<br />

—¡Tú no!<br />

—Yo también, con los demás. ¡Era un pasatiempo! Y entonces llegaban los naipes.<br />

Jugando con un borracho, como entenderás, es muy fácil hacer trampas…<br />

—¡Por caridad, Diego!<br />

—Así… en broma… Oh, esto te lo puedo jurar. Allí todos se rieron, jueces,<br />

presidente, hasta los carabinieri, pero es la verdad. Nosotros robábamos sin saberlo, o<br />

mejor, sabiéndolo y creyendo estar bromeando. No nos parecía un engaño. Era el dinero<br />

de un loco asqueroso, que lo tiraba así… Y por otra parte, ni un centavo se quedaba en<br />

nuestros bolsillos: nosotros también lo tirábamos como él, con él, locamente…<br />

Se interrumpió, se acercó a la estantería de los libros y sacó uno.<br />

—Mira. Tengo este único remordimiento. Con aquel dinero le compré una mañana<br />

este libro a un vendedor ambulante.<br />

Y lo lanzó sobre el escritorio. Era <strong>La</strong> corona de olivo silvestre, de Ruskin, en<br />

traducción francesa.<br />

—Ni lo he abierto.<br />

Miró fijamente el libro, frunciendo el ceño. ¿Por qué, en aquellos días, se le había<br />

ocurrido comprar aquel libro? Se había propuesto no leer más, no escribir ni una sola<br />

línea, e iba a aquella casa, con aquellos compañeros, para envilecerse, para matar y<br />

ahogar en la juerga un sueño, su sueño juvenil, porque las tristes necesidades de la <strong>vida</strong> le<br />

impedían abandonarse a sí mismo, como hubiera querido.<br />

Su madre también se quedó mirando aquel libro misterioso; luego le preguntó<br />

dulcemente:<br />

—¿Por qué no trabajas? ¿Por qué ya no escribes más, como hacías antes?<br />

Él le dirigió una mirada de odio, contrayendo el rostro por la repugnancia.<br />

<strong>La</strong> madre insistió, humilde:<br />

—Si te centraras un poco en ti… ¿Por qué te desesperas? ¿Crees que todo se ha<br />

acabado? Tienes veintiséis años… Quién sabe cuántas ocasiones te ofrecerá la <strong>vida</strong>, para<br />

redimirte…<br />

—¡Ah, sí, una me la ha ofrecido justo esta noche! —dijo él—. Pero me he quedado<br />

allí, como un saco. He visto a un hombre tirarse al río…<br />

—¿Tú?<br />

—Yo. Lo he visto poner el sombrero en la baranda del puente; luego lo he visto<br />

saltar, tranquilamente, y he oído el batacazo en el río. Y no he gritado, no he movido ni<br />

un dedo. Estaba en la sombra de los árboles y allí me he quedado, espiando por si alguien<br />

lo había visto. Y he dejado que se ahogara. Sí. Pero luego he visto el sombrero en la<br />

baranda del puente, bajo la farola, y me he escapado, asustado…<br />

—Por eso… —murmuró la madre.<br />

—¿Qué? Yo no sé nadar. ¿<strong>La</strong>nzarme? ¿Intentarlo? <strong>La</strong> escalera de acceso al río estaba<br />

allí, a dos pasos. <strong>La</strong> he mirado, ¿sabes? Y he fingido no verla. Hubiera podido… pero ya<br />

131

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!