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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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EL AVEMARÍA DE BOBBIO<br />

Un caso muy singular le había sucedido, muchos años atrás, a Marco Saverio<br />

Bobbio, uno de los más estimados notarios de Richieri.<br />

Durante el poco tiempo que la profesión le dejaba libre siempre se había deleitado<br />

con estudios filosóficos, y había leído muchísimos libros de filosofía antigua y<br />

contemporánea y alguno también lo había releído, meditando profundamente sobre él.<br />

Desgraciadamente Bobbio tenía en la boca más de un diente roto. Y nada, según él,<br />

podía disponer mejor al estudio de la filosofía que el dolor de dientes. Todos los filósofos,<br />

a su parecer, tenían en la boca al menos un diente roto. Schopenhauer, claramente, más de<br />

uno.<br />

El dolor de muelas y el estudio de la filosofía. Este último, poco a poco, había tenido<br />

como consecuencia la pérdida de la fe, antaño muy ardiente, cuando Bobbio era niño y<br />

cada mañana iba a misa con su madre y cada domingo recibía la santa comunión en la<br />

iglesia de Badiola del Carmine.<br />

Pero lo que conocemos de nosotros es solamente una parte, y quizás muy pequeña, de<br />

lo que somos sin saberlo. Es más, Bobbio decía que lo que llamamos conciencia es<br />

comparable a la poca agua que se ve en la boca de un pozo sin fondo. Y tal vez quería<br />

decir con eso que, más allá de los límites de la memoria, hay percepciones y acciones que<br />

permanecen ignotas, porque realmente ya no son nuestras, ni de nosotros tal como ahora<br />

somos, como ahora vivimos en nosotros, sino de como fuimos en otro tiempo, con<br />

pensamientos y afectos ya oscurecidos por un largo olvido, borrados, apagados, pero que<br />

ante el reclamo imprevisto de una sensación, sabor, color o sonido, aún pueden dar<br />

prueba de <strong>vida</strong>, mostrando —todavía vivo en nosotros— a otro ser insospechado.<br />

Marco Saverio Bobbio, muy conocido en Richieri no solamente por su cualidad de<br />

excelente y muy escrupuloso notario, sino también y tal vez más aún por su gigantesca<br />

estatura, que el sombrero de copa, una triple papada y la barriga exorbitante volvían<br />

espectacular; ya sin fe y escéptico, aún llevaba adentro, y no lo sabía, al niño que cada<br />

mañana iba a misa con su madre y sus dos hermanitas y cada domingo recibía la santa<br />

comunión en la iglesia de Badiola del Carmine; y que quizás todavía, sin que él lo<br />

supiera, al irse a la cama con él, juntaba las palmas de las manitas y recitaba las antiguas<br />

oraciones, de las cuales Bobbio tal vez ya no recordaba ni las palabras.<br />

Se había dado bien cuenta de ello él mismo, muchos años atrás, cuando precisamente<br />

le había sucedido este caso tan singular.<br />

Estaba de vacaciones con su familia en una finca suya a casi dos millas de Richieri.<br />

Por la mañana iba con el burro (¡pobre burro!) a la ciudad, por asuntos de estudio que no<br />

le daban tregua, y volvía por la noche.<br />

Pero el domingo, ah, el domingo, quería pasarlo todo, y felizmente, de vacaciones.<br />

Llegaban parientes y amigos, comían juntos al aire libre. <strong>La</strong>s mujeres se ocupaban de<br />

preparar la comida o estaban de cháchara; los hombres cazaban o jugaban a la petanca.<br />

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