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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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aunque no la mantenga.<br />

El caballero Ballesi se ocupa de su mantenimiento.<br />

Mi amigo Marino odia, naturalmente, a ese caballero Ballesi.<br />

Cabeza encendida, corazón ardiente. Discurso que fluye, multicolor, fascinante, como<br />

la mirada de los hermosos ojos cerúleos. Digamos que mi amigo Marino es el día y que la<br />

señorita Anita es la noche. Aquel tiene rubio solar en el cabello y cielo azul en los ojos;<br />

esta, dos estrellas en los ojos y la noche en el pelo. Me parece que, hablando con un<br />

poeta, no puedo expresarme mejor.<br />

Sigamos.<br />

Obligado por la necesidad a ser sabio, el amigo Marino no puede cometer la locura de<br />

asumir el peso de otra mujer, mientras duren las condiciones presentes (¡y durarán un<br />

buen rato!), y tiene que dejar lo que menos le pese.<br />

Tal vez este tercer peso le haría sentir más leves los otros dos, que él no puede, ni<br />

osaría nunca, quitarse de encima.<br />

Pero hay quien piensa que tres no pueden estar cómodos y en armonía sobre los<br />

hombros de uno solo. Y él también, sabio a la fuerza, tiene que reconocerlo.<br />

c) El caballero Ballesi. —Viejo amigo del difunto. Se entiende, del padre de Anita.<br />

Sesenta y seis años. Pequeñito, muy delgado; piernitas como dos dedos, pero<br />

encaramadas a taconcitos imperiosos. Cabeza gruesa, gruesos bigotes, colgantes, bajo los<br />

cuales desaparecen no solo la boca, sino también el mentón, si se puede decir que el<br />

caballero Ballesi tenga realmente un mentón. Cejas espesas, siempre fruncidas, y un dedo<br />

a menudo en la nariz. Aquel dedo piensa. También piensan los pelos de sus cejas. El<br />

caballero Ballesi es como un cañoncito lleno de pensamientos. El destino financiero de la<br />

nueva Italia está en sus pequeños y férreos puños.<br />

Ahora, no se sabe cómo ni por qué, de repente el caballero Ballesi ha creído que tenía<br />

que cambiar el amor paterno por la señorita Anita en un amor de otro género. Y le ha<br />

pedido la mano.<br />

<strong>La</strong> señorita Anita ha desgarrado muchos pañuelos, con las manos y con los dientes.<br />

Más que desdén, ha sentido deshonra, desprecio, horror. Su madre ha llorado. ¿Por qué ha<br />

llorado su madre? Por la alegría, ha dicho. Pero de alegría, admitiendo que es posible<br />

llorar, se llora poco y luego se ríe. <strong>La</strong> madre de la señorita Anita ha llorado mucho y ya<br />

no ríe más. Honni soit qui mal y pense. 12<br />

Y llegamos al último personaje.<br />

d) Nicolino Respi. —Treinta años, corpulento, atlético, nadador y jinete famoso,<br />

piragüista y espadachín; y luego impudente, ignorante como un conejillo de indias,<br />

garitero, mujeriego… Adelante, dime, dime amigo: te acepto la lista. Conozco a Nicolino<br />

Respi y comparto tus apreciaciones y tu indignación. Pero, no creas, con eso, que yo no le<br />

dé la razón.<br />

¿Tú eres el que no tiene razón, entonces? No. ¿<strong>La</strong> señorita Anita? Tampoco. Oh,<br />

Dios, déjame continuar, déjame seguir con mi método. Créeme, amigo mío, tu caso es<br />

muy viejo. De nuevo, de original, aquí no hay nada más que mi método y la explicación<br />

que te daré.<br />

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