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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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LA VIDA DESNUDA<br />

…Un muerto, incluso un muerto, quiere también su propia casa, querido mío. Y si<br />

es un muerto de bien, quiere una buena casa; ¡y tiene razón! Para estar cómodo, y la<br />

quiere de mármol y decorada también. Y si además es un muerto que puede gastar dinero,<br />

también la quiere con unas profundas… ¿Cómo se dice? ¡Alegorías, ya!, con unas<br />

profundas alegorías de un gran escultor como yo: una bella lápida latina: hic yacet…<br />

Quién fue, quién no fue… Un lindo jardín alrededor, con el huerto y todo, y una cancela<br />

bonita para resguardarla de los perros y…<br />

—¡Me has cansado! —gritó, girándose, Costantino Pogliani, acalorado.<br />

Ciro Colli levantó la cabeza del pecho, con la barbita en punta de tanto retorcerla ya<br />

casi reducida a un gancho; se quedó un rato mirando al amigo bajo el ala del sombrero de<br />

copa alta, inclinado hasta la nariz, y con plácida convicción dijo, casi posando la palabra<br />

sobre el aire:<br />

—Burro.<br />

Así.<br />

Estaba tumbado sobre la espalda; las piernas largas extendidas, una aquí, una allí,<br />

sobre la alfombra que Pogliani ya había limpiado muy bien y puesto en su lugar delante<br />

del canapé.<br />

Pogliani se derretía de la irritación al verlo tumbado allí, mientras él se afanaba tanto<br />

en arreglar el estudio, disponiendo los yesos de manera que quedaran bien, sacando los<br />

bocetos amarillentos y polvorientos, que le habían sido devueltos tras perder los<br />

concursos, poniendo delante, con precaución, los caballetes con los trabajos nuevos que<br />

podía mostrar, ahora escondidos bajo trapos mojados. Y resoplaba.<br />

—¿En fin, te vas, sí o no?<br />

—No.<br />

—¡No te sientes allí, que está limpio, Dios santo! ¿Cómo te tengo que decir, que<br />

estoy esperando a ciertas señoras?…<br />

—No me lo creo.<br />

—Aquí está la carta. ¡Mira! <strong>La</strong> recibí ayer, del caballero Seralli: Estimado amigo: Le<br />

aviso de que mañana por la mañana, alrededor de las once…<br />

—¿Ya son las once?<br />

—¡Pasadas!<br />

—No me lo creo. ¡Sigue!<br />

—…irán a verle, enviadas por mí, la señora Con…¿Cómo dice aquí?<br />

—Confucio.<br />

—Cont… o Consalvi, no se lee bien, y su hija, quienes necesitan de su obra. Seguro<br />

que… etcétera, etcétera.<br />

—¿No habrás escrito tú mismo esa carta? —preguntó Ciro Colli, bajando de nuevo la<br />

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