20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

diabluras que le tocaba copiar por la noche, por necesidad. Si fuera por él, se dejaría<br />

morir de hambre, pero lo hacía por su hija, ¡aquella pobre alma inocente! Todos los fieles<br />

cristianos lo habían abandonado. ¿Podía ser voluntad de Dios que en aquella miseria,<br />

negra como el carbón, la única luz de caridad le llegara de aquel demonio vestido de<br />

cura? ¿Qué hacer, Señor, qué hacer? ¿Qué gran pecado había cometido para que aquel<br />

pedazo de pan le pareciera intoxicado por la mano que se lo ofrecía? Claramente aquel<br />

hombre ejercía un poder diabólico sobre él.<br />

—¡Líbreme de él, Virgen María, líbreme!<br />

Arrodillado en el escalón delante del nicho de la Virgen —ataviada con gemas y oro,<br />

vestida de raso azul, con el mantón blanco estrellado de oro—, don Nuccio levantaba los<br />

ojos lacrimosos hacia el rostro sonriente de la Madre divina. Se dirigía preferentemente a<br />

ella para que le concediera el perdón de Dios, no tanto por el pan maldito que comía ni<br />

por aquellas escrituras diabólicas que le tocaba copiar, cuanto por otro pecado, sin duda el<br />

más grave de todos. Lo confesaba temblando. Se prestaba a que don Bartolo lo durmiera,<br />

como hacía con la sonámbula.<br />

<strong>La</strong> primera vez lo había hecho por su hija, para encontrar en el sueño magnético la<br />

hierba que tenía que curarla. No había encontrado la hierba, pero seguía con el<br />

experimento, para vivir aquella delicia nueva, la beatitud de aquel sueño extraño.<br />

—¡Volamos, don Nuccio, volamos! —le decía don Bartolo, apretándole los pulgares<br />

de ambas manos, mientras él ya dormía y veía—. ¿Se siente las alas? Bien, demos un<br />

hermoso vuelo para aliviarnos. Conduzco yo.<br />

Su hija se quedaba mirando sorprendida desde la cama, preocupada, angustiada,<br />

apoyada en un codo: veía los párpados cerrados de su padre que ardían, como si en la<br />

rapidez vertiginosa del vuelo la vista de él, deslumbrada, se perdiera en la inmensidad de<br />

un espectáculo luminoso.<br />

—Agua… mucha agua… agua… —decía de hecho don Nuccio, jadeando, y parecía<br />

que su voz llegara de lejos.<br />

—Superemos este mar —contestaba oscuro don Bartolo con la frente contraída, en un<br />

supremo esfuerzo de voluntad—. Bajemos a Nápoles, don Nuccio: ¡ya verá qué ciudad<br />

tan preciosa! Luego retomemos el vuelo y vayamos a Roma a molestar al Papa,<br />

zumbando a su alrededor como un avispón.<br />

—¡Ah, Virgen María, Madre Santísima —don Nuccio iba luego a rezar frente al altar<br />

— líbreme de este demonio que me posee!<br />

Y lo poseía de verdad: bastaba que don Bartolo lo mirara de una cierta manera para<br />

que de repente advirtiera un curioso abandono de todos los miembros y los ojos se le<br />

cerraran solos. Y antes de que don Bartolo pusiera el pie en la escalera, sentado al lado de<br />

su hija, presentía su llegada por un temblor de todo el cuerpo.<br />

—Viene —decía.<br />

Y poco después, de hecho, don Bartolo saludaba al padre y a la hija con su voz<br />

profunda:<br />

—Bendiciones para todos.<br />

—Viene —le dijo, también aquel día, don Nuccio a su hija, que después de aquel<br />

fuerte acceso de tos, se encontraba mejor, realmente aliviada e insólitamente había<br />

453

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!