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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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gran éxito? Mañana todos los diarios hablarán de él. ¡Ya no se podrá evitar! No dude, no<br />

dude de que mis actores sabrán hacer con el mismo realismo lo que esta noche han hecho<br />

sin querer.<br />

—Ya… Pero, entienda usted —intentó hacerle observar Perres—, ¡ha ido tan bien<br />

porque la representación, después de aquel desmayo, ha sido interrumpida! Si mañana, en<br />

cambio, tiene que seguir…<br />

—¡Pero si es ese, en nombre de Dios, el remedio que usted tiene que encontrar! —el<br />

caballero volvió a gritarle a la cara.<br />

Pero, en este punto:<br />

—¿Cómo? ¿Cómo? —dijo la pequeña Gàstina, que ya se había recuperado,<br />

poniéndose el sombrero de piel con las dos manos resplandecientes de anillos—. ¿De<br />

verdad no entienden que eso debe decirlo el murciélago y no ustedes, señores míos?<br />

—¡Pare ya con esa historia del murciélago! —dijo el director, acercándose a ella,<br />

amenazador.<br />

—¿Que pare yo? ¡Pare usted, caballero! —contestó, plácida y sonriente Gàstina, muy<br />

segura de hacerle así, ahora, el mayor desaire—. Porque, mire, caballero, razonemos: yo<br />

podría sufrir, si me lo ordenan, un desmayo fingido, durante el segundo acto, si el señor<br />

Perres, siguiendo su consejo, lo introdujera. ¡Pero usted también tendría que tener bajo<br />

sus órdenes al murciélago verdadero, para que no me provoque otro desmayo (no fingido<br />

sino real) en el primer acto, o en el tercero, o quizás en el segundo mismo,<br />

inmediatamente después del primero, fingido! ¡Porque yo les ruego que crean, señores<br />

míos, que yo me he desmayado de verdad, al sentirlo aquí, en mi rostro, aquí, aquí, en mi<br />

mejilla! ¡Y mañana no actúo, no, no, no actúo, caballero, porque ni usted ni nadie puede<br />

obligarme a actuar con un murciélago que se lanza contra mi cara!<br />

—¡Ah, no, sabe! ¡Esto se verá! ¡Se verá! —le contestó el director, meneando la<br />

cabeza enérgicamente.<br />

Pero Faustino Perres, plenamente convencido de que la única razón de los aplausos<br />

de aquella noche había sido la intrusión imprevista y violenta de un elemento extraño,<br />

casual, que en lugar de poner patas arriba (como hubiera tenido que hacer) la ficción del<br />

arte, se había milagrosamente insertado en ella, confiriéndole, en el momento, en la<br />

ilusión del público, la evidencia de una verdad prodigiosa, retiró su comedia y no se habló<br />

más de ella.<br />

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