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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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terrible.<br />

—No —contestó rápida ella—. ¡Pero no es posible, créeme!<br />

—¿Quién es? —insistió Bandi, completamente agitado, apretándola—. ¿Quién es?<br />

¡Ahora mismo: el nombre!<br />

Percibiendo sobre ella la furia de su hermano, Eleonora se encogió de hombros,<br />

apenas intentó levantar la cabeza y gimió bajo los ojos enfurecidos de él:<br />

—No puedo decírtelo…<br />

—¡El nombre, o te mato! —rugió entonces Bandi, levantando un puño sobre la<br />

cabeza de ella.<br />

Pero D’Andrea se interpuso y apartó al amigo; luego le dijo severamente:<br />

—Tú vete. Me lo dirá a mí. Ve, ve…<br />

E hizo que saliera, por fuerza, de la habitación.<br />

III<br />

El hermano fue firme.<br />

En los pocos días necesarios para obtener los documentos para la ceremonia, antes<br />

del matrimonio, se ensañó en el escándalo. Para prevenir las befas que esperaba de parte<br />

de todos, tomó ferozmente partido por hacer pública su vergüenza, con un lenguaje<br />

horriblemente crudo. Parecía que hubiese enloquecido; y todos lo compadecían.<br />

Le tocó, no obstante, combatir un buen rato con el aparcero, para que consintiera la<br />

boda del hijo.<br />

Aunque de mente abierta, el viejo al principio pareció caer de las nubes: no quería<br />

creer que algo semejante fuera posible. Luego dijo:<br />

—Señor don, no dude: lo machacaré con mis propios pies; ¿sabe cómo? Como se<br />

machacan las uvas. O más bien, hagamos así: se lo entrego, atado de pies y manos y<br />

usted, señor, se tomará toda la satisfacción que desea. El látigo para los azotes se lo<br />

procuro yo y antes se lo tendré tres días en remojo, para que pegue más duro.<br />

Pero cuando entendió que el dueño no quería esto, sino otra cosa, el matrimonio,<br />

quedó pasmado de nuevo:<br />

—¿Cómo? ¿Qué dice usted? ¿Una señorona tal con el hijo de un vil campesino?<br />

Y opuso un neto rechazo.<br />

—Perdóneme. Pero la señorita tenía juicio y edad; conocía el bien y el mal; jamás<br />

hubiera tenido que hacer con mi hijo lo que hizo. ¿Tengo que hablar? Se lo llevaba a su<br />

casa todos los días. Usted, señor, me entiende… Un muchachote… A su edad no se<br />

razona, no se tiene cuidado… ¿Ahora puedo perder así a un hijo, que Dios sabe cuánto<br />

me ha costado? <strong>La</strong> señorita, hablando con respeto, podría ser su madre…<br />

Bandi tuvo que prometer la cesión de la finca como dote y un cheque diario para la<br />

hermana.<br />

Así el matrimonio fue establecido; y, cuando tuvo lugar, fue un verdadero evento<br />

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