La vida desnuda - Luigi Pirandello

detalles, con la mujer y el niño dentro, que lo recibirían con alegría. Y ella también, la
viudita, ya no vio su condición tan negra y tan desesperada: tenía varios millares de liras,
es decir, la vida asegurada durante un tiempo: encontraría la manera de proveer el
porvenir suyo y de los tres pequeños. Se arregló con las manos el pelo en la frente y le
dijo, sonriendo, a Noli:
—Quién sabe qué cara tendré, querido amigo, ¿verdad?
Y ambos se pusieron en marcha para volver a la estación.
En el más profundo espacio de sus almas el recuerdo de aquella noche se había
cerrado; tal vez, ¡quién sabe!, para asomarse después, a veces, en la lejana memoria, con
aquel mar plácido, negro, con todas aquellas estrellas resplandecientes, como un destello
de arcana poesía y de amargura arcana.
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