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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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ello y no lo hago.<br />

Volvamos a la ciudad en miniatura.<br />

Tu mujer ha cometido, a mi juicio, una de aquellas tonterías que nunca he sabido<br />

tolerar en silencio. Juzga tú: se ha empeñado en el gasto insostenible de una sepultura<br />

privilegiada y temporal para ti.<br />

¿No es lo mismo yacer, muerto, en una tumba gentil o en el campo de los pobres, o,<br />

como un traje vacío, a los pies de un árbol o en el fondo del mar o donde sea? Ugo<br />

Foscolo 36 primero dice que sí y luego que no, por ciertas nobles razones sociales y<br />

civiles. Tal vez opines como Ugo Foscolo. Yo no. Cuanto más sigo adelante, más odio a<br />

la sociedad y a la civilización. Pero dejemos este hilo. ¡Si al menos se tratara de una<br />

tumba definitiva! No, señores. Aprovechando que en el Verano también hay est<br />

locanda, 37 tu mujer ha alquilado para ti una de aquellas grutas llamadas nichos:<br />

veinticinco liras por tres meses, y luego diez liras más cada mes, después de los primeros<br />

tres.<br />

Ahora, como comprenderás, de aquí a siete, ocho meses, tu mujer no podrá continuar<br />

sosteniendo este gasto poco a poco creciente. ¿Y entonces qué pasará?<br />

Ella espera, dice, una desocupación. Me explico. ¿Sabes que también en el<br />

cementerio, como en la ciudad, tienen lugar desocupaciones? Sí. Los muertos desocupan.<br />

O mejor dicho: los vivos supervivientes, al irse de Roma, pongamos por caso, para<br />

domiciliarse en otra ciudad, junto con los baúles y la decoración de la casa se llevan<br />

también a sus muertos, cuya vieja casa malvenden para comprarles una nueva en el otro<br />

cementerio.<br />

¡Qué tonto! Te digo estas cosas a ti, que estás allí y tienes que saberlas. Pero yo esta<br />

la he aprendido ahora, fresca.<br />

Ahora, ¿entiendes?, tu mujer espera una de estas ocasiones, ciertamente no<br />

frecuentes. Pero yo creo que ella cuenta con muchas cosas que le faltarán: en primer<br />

lugar, que junto con su habilidad para hablar francés permanezcan en ella el cariño hacia<br />

ti y tu recuerdo (te pido licencia para dudar de ello); y, en segundo lugar, que pueda<br />

ahorrar lo suficiente como para comprar esa tumba, digamos, de segunda mano. ¿Y quién<br />

paga el alquiler del nicho durante todo este tiempo? Entiendo que quizás acabaré pagando<br />

yo —me parece oír que una vocecita me lo grita desde la caja fuerte aquí al lado—, pero<br />

eso no quita que no se trate de una locura evidente.<br />

Y como hemos llegado a estos temas angustiosos, entretengámonos un poco más.<br />

Sabes que soy metódico y meticuloso y que suelo tener todo en cuenta. Estoy haciendo la<br />

cuenta de los gastos mensuales y también están los que he realizado por ti. ¿Queremos<br />

hablar un poco de intereses, como antes?<br />

He intentado hacerlo todo (transporte fúnebre, sepultura, etcétera), Momito mío, con<br />

decencia, respetando aquella modestia que tanto has recomendado en tu testamento. Pero<br />

me he dado cuenta de que en Roma casi cuesta más morir que vivir, y eso que vivir es<br />

caro, como tú sabes. Si te enseñara aquella notita que ayer me presentó el agente de la<br />

nueva sociedad de servicios fúnebres, te echarías las manos a la cabeza. Sin embargo, son<br />

precios competitivos, ¡cuidado! Pero lo que me ha molestado ha sido el cura mugriento de<br />

la parroquia de San Rocco, que ha pedido veinte liras para salpicarte un poco de agua<br />

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