20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

como te licuabas en ciertas sonrisas de tonto… te hubiera dado una paliza, palabra de<br />

honor. Y cuando ella dijo que con su madre enferma no hacía otra cosa que hablar de<br />

nosotros, de la dulzura de nuestra <strong>vida</strong> en común:<br />

—Dos pobres viejos —me apresuré a decirle (¿te acuerdas?), mirándola con unos<br />

ojos que la harían hundirse tres palmos bajo tierra.<br />

Tú lo notaste y enseguida, imbécil (déjame decirlo):<br />

—¡No, ¿sabe?, solamente él es viejo, señorita! Y gruñón y pelma. ¡No crea en la<br />

dulzura de nuestra <strong>vida</strong>! ¡Si supiera cómo me hace enfadar!<br />

Ahora haz examen de conciencia: ¿me merecía esto por tu parte?<br />

Dejémoslo. Te castigué. Esta casa que alquilo desde hace cinco años representó tu<br />

castigo; no obstante, poco después de tu matrimonio no supe aguantar y hubiera vuelto a<br />

vivir contigo casi todo el día.<br />

¡Pero la cama en tu casa, no, nunca jamás!<br />

Y cada noche, sabes, antes de dejarte, rezaba a todos los vientos de la Tierra para que<br />

se reunieran y volcaran sobre Roma un huracán, para que sintieras remordimiento al ver<br />

que me iba, solo, pobre viejo, a dormir a otro lugar, mientras antes mi cama estaba al lado<br />

de la tuya y juntos manteníamos nuestra habitación caliente. Mira, hubiera querido<br />

enfermar en una de estas noches de lluvia y de viento, para aumentar tu remordimiento;<br />

incluso morir… —sí, he llegado a saborear la toxicidad de estos deseos—. Pero, ¡ay de<br />

mí!, tengo la piel dura y en cambio has muerto tú a causa de aquella mujer, ¡déjame<br />

decirlo!<br />

¡Ah, Momito, Momito, Francia es realmente corrupta! ¡Uno se vuelve por fuerza o<br />

tan enfático o tan meloso hablando francés, especialmente las mujeres! <strong>La</strong> señorita del<br />

piso de abajo, sabiendo que enseñabas ese idioma, quería hablar en francés contigo:<br />

—Oh que vous êtes gentil, monsieur Momito, de m’apprendre à prononcer si<br />

poliment le français! 35<br />

¿Ves? Y ahora vuelvo a maldecir el momento en que, sin que tú lo supieras, me<br />

empeñé tanto para hacerte obtener aquel empleo en la escuela técnica. Si te hubieras<br />

quedado conmigo, no te hubiera faltado nunca de nada; en cambio, profesor de francés<br />

(tan pomposo como siempre), creías poder casarte a tu edad. Y te arruinaste.<br />

Dejemos de pensar en ello. Sabes qué sentimientos alimento hacia tu mujer; de todas<br />

maneras, no dudes, también te daré noticias frecuentes de ella.<br />

Pero quiero volver a atar los hilos precisamente desde el momento en que el mundo<br />

se volvió vano para ti; desde el momento en que, al sentirte golpear de repente por la<br />

muerte, en la mesa, durante la cena, a mi exclamación «¡No es nada! ¡No es nada!»<br />

contestaste:<br />

—Es hora de decir adiós para siempre.<br />

Fueron tus últimas palabras. Al día siguiente, a las nueve de la mañana, después de<br />

trece horas de agonía: muerto.<br />

Siempre me parecerá oír en el silencio de la noche el tremendo lamento de tu agonía.<br />

¡Qué cosa horrible, Momito, agonizar de aquella manera! ¡Me parecía mentira que<br />

pudieras hacerlo tú! Y te lo has hecho… ¡Dios! <strong>La</strong> cama, la camisa… ¡Tú, siempre tan<br />

limpio! Y aquella respiración afanosa que desesperaba a quien estaba cerca de ti, por no<br />

483

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!