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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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los cuales está edificada, y no se puede derrumbar, ¿lo entiende, señor juez?, mi fama de<br />

gafe!<br />

—¿Usted? ¿A Baracca?<br />

—Sí, señor, yo.<br />

El juez lo miró, más atontado que antes.<br />

—Le entiendo incluso menos ahora. ¿Pero, cómo? ¿Para volver más segura la<br />

absolución de aquellos jóvenes? ¿Y por qué entonces los ha demandado?<br />

Chiàrchiaro tuvo un arranque de rabia por la tozudez del juez D’Andrea; se levantó,<br />

gritando, haciendo aspavientos:<br />

—Porque yo quiero, señor juez, un reconocimiento oficial de mi poder, ¿aún no lo<br />

entiende? ¡Quiero que sea oficialmente reconocido este espantoso poder mío, que es mi<br />

único capital!<br />

Y jadeando, extendió el brazo, golpeó fuerte el suelo con el bastón de bambú y se<br />

quedó un rato impostando aquella actitud grotescamente imperial.<br />

El juez D’Andrea se encorvó, se cogió la cabeza entre las manos, conmovido, y<br />

repitió:<br />

—¡Pobre querido Chiàrchiaro mío, pobre querido Chiàrchiaro mío, qué buen capital!<br />

¿Y qué haces con él? ¿Qué haces con él?<br />

—¿Qué hago? —replicó rápido Chiàrchiaro—. Usted, señor mío, para ejercer esta<br />

profesión de juez, incluso tan mal como la ejerce, dígame: ¿no ha tenido que obtener una<br />

licenciatura?<br />

—<strong>La</strong> licenciatura, sí.<br />

—¡Pues bien, yo también quiero mi diploma, señor juez! El diploma de gafe. Con el<br />

sello. ¡Con el sello legal! Gafe diplomado por el real tribunal.<br />

—¿Y luego?<br />

—¿Y luego? Me lo pongo como título en la tarjeta de visita. Señor juez, me han<br />

asesinado. Trabajaba. Han conseguido echarme del banco donde hacía de escribano con la<br />

excusa de que, al estar yo allí, nadie venía a contraer deudas ni compromisos; me han<br />

echado a la calle, con una mujer que lleva ya tres años paralítica y dos chicas solteras, de<br />

las cuales nadie más querrá saber nada, porque son hijas mías; vivimos de la ayuda que<br />

nos envía desde Nápoles otro hijo mío, que tiene familia también, cuatro hijos, y no puede<br />

seguir haciendo este sacrificio por nosotros. ¡Señor juez, no me queda otra que ponerme a<br />

ejercer la profesión de gafe! He cambiado mi aspecto con estas gafas, con este traje, me<br />

he dejado crecer la barba; ¡y ahora espero el diploma para empezar a ejercer! ¿Usted me<br />

pregunta cómo? ¡Me lo pregunta, se lo repito, porque usted es enemigo mío!<br />

—¿Yo?<br />

—Sí, señor. ¡Porque demuestra que no cree en mi poder! Pero, por suerte, los demás<br />

creen en él, ¿sabe? ¡Todos, todos creen! ¡Y hay tantas casas de juego en este pueblo!<br />

Bastará que me presente, no será necesario decir nada. ¡Me pagarán para que me vaya!<br />

Me pondré a zumbar alrededor de todas las fábricas; me plantaré delante de todas las<br />

tiendas; y todos, todos me pagarán la tasa, ¿para usted «de la ignorancia»? ¡Para mí: la<br />

tasa de la salud! ¡Porque, señor juez, he acumulado tanta bilis y tanto odio contra toda<br />

nuestra asquerosa humanidad que realmente creo que tengo en estos ojos el poder de<br />

hacer caer desde los cimientos a una ciudad entera!<br />

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