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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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Y Bobbio se quedó sorprendido. Esta última, reiterada invocación, no había sido<br />

suya; le había salido de los labios con una voz que no era suya, con un fervor que no era<br />

suyo. Y ahora… una pausa… un alivio… ¿Era posible? ¿De nuevo?… ¡Qué, no! Ay,<br />

ay…<br />

—¡Al diablo con Montaigne! ¡Y con san Agustín!<br />

Y Bobbio se puso el sombrero de copa en la cabeza y, contrariado, feroz, con la mano<br />

en la mejilla, se precipitó en busca de un dentista.<br />

¿Recitó o no recitó, durante el trayecto, sin saberlo, de nuevo, el avemaría? Tal vez<br />

sí… tal vez no… El hecho es que, frente a la puerta del dentista, se paró de repente, más<br />

contrariado que antes, con riachuelos de sudor por todo su enorme rostro, tan tontamente<br />

perplejo, que un amigo lo llamó:<br />

—¡Señor notario!<br />

—Ey…<br />

—¿Qué hace ahí?<br />

—¿Yo? Nada…. Tenía… me dolía un diente…<br />

—¿Se le ha pasado?<br />

—Ya… por sí solo…<br />

—¿Y lo dice así? ¡Sea alabado Dios!<br />

Bobbio lo miró con cara de perro hidrófobo.<br />

—¡Y un cuerno! —gritó—. ¿Alabado sea Dios? ¡Le digo, por sí solo! ¡Y por qué le<br />

digo eso, ya verá que quizás, de aquí a un momento, volverá a dolerme! ¿Sabe qué voy a<br />

hacer? Ya no me duele: ¡pero haré que me lo arranquen igualmente! Todos, me hago<br />

arrancar todos los dientes, uno por uno, todos, ahora. No quiero sufrir estas bromas… ¡ya<br />

no quiero bromas así! ¡Me los hago arrancar todos, uno por uno!<br />

Y se metió, furibundo, entre las risas de aquel amigo, en el portón del dentista.<br />

21 «Es locura referir lo verdadero y lo falso a nuestra capacidad». <strong>La</strong> traducción ha<br />

sido extraída de Michel de Montaigne, Los ensayos. Edición y traducción de J. Bayod<br />

Brau. Barcelona, Acantilado: 2007.<br />

22 «Cuando leemos en Bouchet los milagros de las reliquias de san Hilario, pase; su<br />

autoridad no es suficientemente grande para hurtarnos la libertad de contradecirle. Pero<br />

condenar de una vez todas las historias semejantes me parece una singular desfachatez. El<br />

gran san Agustín afirma…».<br />

23 «...otra mujer recientemente bautizada; que Hesperio…»<br />

24 «Una mujer, en una procesión, tras tocar el relicario de san Esteban con un<br />

ramillete y frotarse los ojos con él, recobró la vista mucho antes perdida…»<br />

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