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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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se reveló su hija, aunque pálida y modesta en su hermético duelo.<br />

Después de las primeras formalidades, Pogliani se vio obligado a presentar a Colli,<br />

que se había quedado allí con las manos en los bolsillos y medio cigarro apagado en la<br />

boca, el sombrero todavía a la altura de la nariz, y no daba señas de querer irse.<br />

—¿Escultor? —preguntó entonces la señorita Consalvi, enrojeciendo de repente por<br />

la sorpresa—: Colli… ¿Ciro?<br />

—¡Codicilo, sí! —dijo este, cuadrándose, quitándose el sombrero y descubriendo las<br />

espesas cejas, completamente juntas, y los ojos arrimados a la nariz—. ¿Escultor? ¿Por<br />

qué no? También escultor.<br />

—Pero me habían dicho —retomó, incómoda, contrariada, la señorita Consalvi—,<br />

que usted ya no estaba en Roma…<br />

—¡Eso es… ya! Yo… ¿cómo se dice? Paseo —contestó Colli—. Paseo por el mundo,<br />

señorita. Antes estaba en Roma, ocioso, porque había conseguido un chollo: el<br />

pensionado. Luego…<br />

<strong>La</strong> señorita Consalvi miró a su madre, que reía, y dijo:<br />

—¿Cómo hacemos?<br />

—¿Debo irme? —preguntó Colli.<br />

—No, no, al contrario —se apresuró a contestar la señorita—. Le ruego que se quede,<br />

porque…<br />

—¡Casualidades! —exclamó la madre; luego, dirigiéndose a Pogliani—: Pero se<br />

remediará de alguna manera… Ustedes son amigos, ¿verdad?<br />

—Muy amigos —contestó Pogliani enseguida.<br />

Y Colli:<br />

—¡Quería echarme a patadas hace un momento, imagínese!<br />

—¡Cállate! —le dijo Pogliani—. Pasen, señoras mías, pónganse cómodas. ¿De qué se<br />

trata?<br />

—Mire —empezó a decir la señora Consalvi, sentándose—. Mi pobre hija ha sufrido<br />

la desgracia de perder imprevistamente a su prometido.<br />

—¿Ah sí?<br />

—¡Oh!<br />

—Terrible. ¡Justo en la víspera de la boda, imagínense! Por un accidente de caza. Tal<br />

vez lo hayan leído en los periódicos. Giulio Sorini.<br />

—¡Ah, Sorini, sí! —dijo Pogliani—. Le explotó el fusil, ¿no es cierto?<br />

—A principios del mes pasado… es decir, no… del otro… en fin, ahora hace tres<br />

meses. El pobrecito era un pariente lejano nuestro: hijo de un primo mío que se fue a<br />

América después de la muerte de la mujer. Ahora, ahí está, Giulietta (porque se llama<br />

Giulia ella también)…<br />

Una elegante reverencia por parte de Pogliani.<br />

—Giulietta —continuó la madre—, había pensado en levantar un monumento en el<br />

cementerio a la memoria del prometido, que se encuentra provisionalmente en un nicho<br />

reservado, y había pensado hacerlo de una determinada manera… Porque ella, mi hija, ha<br />

tenido siempre, verdaderamente, una gran pasión por el dibujo.<br />

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