La vida desnuda - Luigi Pirandello

Su Majestad, no se dejó intimidar por aquel refuerzo y el día establecido se sublevó en
una demostración frenética. Los guardias que custodiaban el ayuntamiento cargaron
violentamente contra la multitud; pero los empujones y los golpes, que arrojaban a los
manifestantes y los dejaban un buen rato aturdidos, boquiabiertos como peces, no
sirvieron de nada: aquellos demonios desatados retomaban aliento y gritaban más fuerte
que antes.
—¡Fuera Zegreeeetttiiii! ¡Abajo la perilla! ¡Que se afeite! ¡Que se afeite! ¡Viva
Cappadonaaaa! ¡Aféitate, Zegretti!
Un pandemónium.
Pero afeitarse, nunca. ¡Ah, afeitarse, nunca jamás! Más bien el caballero Zegretti, no
por miedo, sino para no otorgarle la victoria a aquel que indignamente se creía el retrato
de Vittorio Emanuele II, y para que no huyera —vencida en su persona— la verdadera
imagen del Rey, se había dejado crecer desde hacía varios días los pelos en las mejillas.
La noche misma de aquel día memorable, él, profundamente dolido, huyó con su
barba de padre capuchino, mientras el otro tomaba posesión de nuevo, triunfante, del
Ayuntamiento de Costanova: más Vittorio Emanuele que nunca.
26 En latín: «puro y genuino».
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