20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

hablara mal de él—. Bartolino no es tonto, es un químico muy valioso…<br />

—¡Sí, sí, de primer orden! —se rio la mujer.<br />

—¡De primerísimo orden! —rebatió él. Sería un químico muy valioso si hubiera<br />

querido publicar los estudios profundos, nuevos, de originalidad indiscutible, que había<br />

hecho desde joven en aquella ciencia (hasta ahora la única y exclusiva pasión de su <strong>vida</strong>),<br />

pero sin duda, a lo sumo, quién sabe, mediante un concurso llegaría a ser profesor de<br />

alguna universidad. Era docto, muy docto. Y ahora, como marido, sería ejemplar. Entraba<br />

en la <strong>vida</strong> conyugal puro, virgen de corazón.<br />

—Ah, por eso… —reconoció la mujer, como si, en virtud de aquella virginidad,<br />

estuviera dispuesta a concederle más crédito.<br />

El hecho es que ella, antes de que se pactara aquel matrimonio con la Sarulli, cada<br />

vez que oía cómo el marido, en casa Fiorenzo, le aconsejaba al tío de Bartolino que había<br />

que «conjugar» a aquel chico, prorrumpía en carcajadas. Oh, se reía tanto…<br />

—¡Conjugarlo, sí, señora, conjugarlo! —le decía el marido, irónicamente.<br />

Y entonces ella, refrenándose de pronto:<br />

—¡Conjúguenlo, queridos! Mi risa no tiene nada que ver con eso, río de lo que estoy<br />

leyendo.<br />

Leía de verdad, mientras Motta jugaba su habitual partida de ajedrez con el señor<br />

Anselmo, tío de Bartolino; le leía alguna novela francesa a la vieja señora Fiorenzo,<br />

relegada en un antiguo sillón por la parálisis, desde hacía seis meses.<br />

¡Oh, aquellas noches eran tan alegres! Bartolino, herméticamente encerrado en su<br />

laboratorio de química; la vieja tía, que fingía prestar atención a la lectura y no entendía<br />

nada; aquellos otros dos viejos que jugaban… Había que «conjugar» a Bartolino para<br />

tener un poco de alegría en casa. ¡Y ahí estaba, pobre hijo, lo habían conjugado de<br />

verdad!<br />

Mientras tanto, Ortensia pensaba en los dos novios de viaje y reía imaginándose a<br />

Lina con aquel joven calvo, inexperto, virgen de corazón, como decía su marido: Lina<br />

Sarulli, que había estado cuatro años en compañía de aquel querido ingeniero Taddei,<br />

muy experto, vivaz, alegre y emprendedor… ¡Tal vez demasiado!<br />

Quizás en aquel momento la viuda noviecita ya habría notado la diferencia entre los<br />

dos.<br />

Antes de que el tren iniciara la partida, el tío Anselmo le había dicho a la nueva<br />

sobrina:<br />

—Lina, te encomiendo a Bartolino… ¡Guíalo tú!<br />

Quería decir: guiarlo en Roma, donde Bartolino no había estado nunca.<br />

Ella sí había ido, en su primer viaje de novios, con el finado, y recordaba incluso los<br />

mínimos detalles, los eventos más irrelevantes que le habían ocurrido: guardaba una<br />

memoria muy precisa y muy lúcida, como si no hubieran pasado seis años, sino seis<br />

meses desde entonces.<br />

El viaje con Bartolino duró una eternidad: las cortinas no se pudieron bajar. Apenas<br />

el tren llegó a la estación de Roma, Lina le dijo a su marido:<br />

—Ahora déjame hacer a mí, por favor. ¡Bajemos las maletas!<br />

245

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!