20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

excusa? <strong>La</strong> única podía ser esta: que querían dejarla tranquila en el estado en que se<br />

encontraba. ¿Tranquila? Eh, demasiada amabilidad, para una pobre mujer como ella,<br />

acostumbrada a tan poca consideración por parte de los hombres. Y además, tranquila,<br />

está bien; ¿pero por qué tampoco iban a verla ahora? ¿A preguntarle cómo estaba? ¿Si<br />

necesitaba algo? ¡Tanta consideración por un lado y tanta indiferencia por el otro, vaya<br />

tranquilidad que le darían!<br />

Vamos, finalmente en la carta podía asegurarle, de la manera más firme, que no le<br />

faltaría el cheque y toda la ayuda que pudiera recibir de ellos. Era necesario que por el<br />

momento se contentara con esto.<br />

Y Carlino escribió la carta con esta intención, a conciencia, para que Tito, al leerla (y<br />

quería que la leyera), no se irritara de nuevo.<br />

Pocos días después, como era de esperar, le llegó la respuesta de Melina. Unas pocas<br />

líneas, casi indescifrables. Aunque impedían la conmoción por la manera ridícula con la<br />

cual el afán y la desesperación estaban expresados, produjeron un extraño efecto de rabia<br />

en las almas de los dos jóvenes.<br />

<strong>La</strong> pobrecita les imploraba que ambos, juntos, fueran a verla, repitiendo que estaba<br />

dispuesta a hacer lo que quisieran.<br />

—¿Lo ves? ¡Por tu culpa!<br />

Los dos se encontraron las mismas palabras en los labios; Carlino por la obstinación<br />

de Tito en no ceder; Tito por la de Carlino en no ir. Pero ni uno ni el otro pudieron<br />

proferirlas. Se miraron. Cada uno leyó en los ojos del otro el desafío a pronunciar la<br />

primera palabra. Pero también leyeron claramente el odio, que ahora los unía en el lugar<br />

de la antigua amistad; y enseguida entendieron que no podían y no tenían que volver a<br />

hablar del tema.<br />

Aquel odio no solamente les ordenaba que no dejaran irrumpir la rabia que los estaba<br />

devorando, sino también que cada uno endureciera el propio propósito en una frialdad<br />

lí<strong>vida</strong>.<br />

Tenían que permanecer juntos, por fuerza.<br />

—Le escribimos de nuevo: que esté tranquila —dijo Carlino entre dientes.<br />

Tito se giró apenas para mirarlo, con las cejas levantadas:<br />

—Sí, puedes decírselo: ¡tranquilísima!<br />

IV<br />

Ahora, cada noche, al salir del ministerio, ya no iban juntos, como antes, de paseo o a<br />

algún café. Se despedían fríamente, e iban hacia dos direcciones diferentes. Se reunían<br />

para cenar; pero, a menudo, al no llegar a la fonda a la misma hora o al no encontrar dos<br />

asientos cercanos, cenaban en dos mesas distintas. Pero era mejor así. Tito se dio cuenta<br />

de que siempre se había avergonzado, sin confesárselo ni a sí mismo, del apetito excesivo<br />

que Carlino demostraba al comer. También después de cenar, cada uno se iba por su lado,<br />

para pasar fuera las dos o tres horas que precedían el sueño.<br />

Se oscurecían cada vez más, anidando su rencor en aquella soledad.<br />

374

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!