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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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las dos patas delanteras, con las orejas rectas y la cabeza a un lado y se quedaba un buen<br />

rato mirando.<br />

No aullaba ni protestaba.<br />

Parecía que poco a poco se convenciera de que los perros tienen que ser tratados así,<br />

que esta era una condición inherente a su existencia canina y que por eso no había que<br />

tomárselo mal.<br />

Pero necesitó tres meses para entender bien que a su dueño no le gustaba que le<br />

royese las pantuflas. Entonces aprendió también a esquivar los pisotones: apenas papá<br />

Colombo levantaba el pie, dejaba el botín e iba a esconderse debajo de la cama.<br />

Resguardado, aprendió otra cosa: lo malos que son los hombres. Oyó que lo llamaban<br />

amorosamente, invitándolo a salir con el chasquido de los dedos:<br />

—¡Aquí, Pallino! ¡Querido! ¡Querido! ¡Venga, chiquito!<br />

Esperaba caricias, esperaba el perdón; pero, apenas lo cogían por el morrillo, le caían<br />

patadas a mansalva. ¿Ah, sí? Pues, él también por las malas: robó, desgarró, ensució,<br />

hasta llegó a morder. Pero esto es lo que ganó: lo echaron; y como nadie intercedió por él,<br />

se fue, vagabundo y mendigo, por el pueblo.<br />

Hasta que Fanfulla Mochi, carnicero, a quien se le había muerto el perrito en aquellos<br />

días, lo acogió en su tienda.<br />

Fanfulla Mochi era un personaje interesante.<br />

Amaba a los animales y tenía que matarlos; no soportaba a los hombres y tenía que<br />

servirlos y respetarlos. Hubiera estado, en su corazón, de parte de los pobres; pero, como<br />

carnicero, no podía permitírselo, porque la carne a los pobres, se sabe, les es indigesta.<br />

Tenía que servir a los señores que no habían querido tenerlo de su parte. ¡Seguro! ¡Porque<br />

él había nacido señor, al menos a medias! Lo deducía del hecho de que, tras salir a los<br />

dieciséis años de un noble asilo donde había sido acogido desde el nacimiento, le habían<br />

llegado, no sabía ni dónde, ni cómo, ni por qué, seis mil liras, residuo de un<br />

remordimiento liquidado en efectivo. Lo habían puesto como aprendiz en una carnicería,<br />

y como estaba allí, con aquella suma, había continuado trabajando de carnicero por su<br />

cuenta. Pero la sangre de gran señor se la sentía en las venas turbias, en las piernas<br />

gotosas y en el fluido loco que le circulaba por el cuerpo, que ora lo sumía en un<br />

aburrimiento hosco y amargo, ora lo empujaba a ciertos actos… Por ejemplo: hacía tres<br />

años, mientras se afeitaba, al verse en el espejo más feo de lo normal, ya envejecido y<br />

enfermito, se había abierto un espléndido tajo en la garganta, con meticulosidad de obra<br />

de arte. Mientras lo llevaban al hospital, medio muerto, había tranquilizado a la gente que<br />

corría tras él asustada:<br />

—¡No es nada, no es nada: solo un pequeño corte!<br />

Antes que nada, Fanfulla Mochi rebautizó a Pallino: le impuso el nombre de<br />

Bistecchino; luego lo llevó a la ventana y le dijo:<br />

—¡Mira allí, Bistecchino, mi bella montaña Amiata! ¡Para caminar por ella se<br />

necesitan zapatos gruesos, pero si supieras cuánto estimula la inteligencia! Serás un<br />

cerebrito bastardo, pero fino. Si quieres estar conmigo, tiene que ser a condición de que te<br />

conviertas en un perrito sabio y de bien. Te doctoro yo, no te preocupes: ¡échate aquí! Si<br />

fueras cerdo, Bistecchino, ¿tú comerías? Yo no. El cerdo cree que come para sí y engorda<br />

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