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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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comparado con su hermano, porque le pareció una compensación por la intelectualidad<br />

que había crecido a su alrededor con la llegada a su apartamento del cuñado poeta; y<br />

Gemma Pagliocco-Gandini valoró mayormente lo que de más aéreo, de más poético tenía<br />

el joven Barbi comparado con su hermano, porque le pareció una compensación a la<br />

bestialidad que había crecido a su alrededor con la llegada a su apartamento del joven<br />

Attilio, que le parecía un mulo con sombrero.<br />

Naturalmente, ni Bartolo Barbi ni Guido Pagliocco se dieron cuenta de la simpatía de<br />

sus respectivas mujeres por sus hermanos menores. Pero estos se dieron muy bien cuenta<br />

de ello, y si por un lado, ambos se alegraron, por sí mismos, empezaron por el otro lado a<br />

mirarse con hostilidad, porque cada uno quería custodiar el honor y la paz de su propio<br />

hermano.<br />

Y el joven Federico Barbi, un día, fue a quejarse ásperamente a Guido Pagliocco,<br />

porque…<br />

—¡Calle, por amor de Dios! —le imploró este, con las manos juntas—. ¡No le diga<br />

nada al pobre Bartolo, por caridad! Déjeme que sea yo…<br />

Y sí, el joven Barbi se quedó callado, por prudencia; pero ni él supo conformarse ni la<br />

mujer de Pagliocco quiso que se conformara, sin duda, con el rapapolvo que Guido le<br />

echó a su hermano menor.<br />

Entonces llegó el turno de este. No queriendo, por la paz del hermano, acusar a su<br />

cuñada, y no pudiendo tomar satisfacción por sí mismo, porque él también se sentía<br />

culpable, fue a quejarse no menos ásperamente a Bartolo Barbi. Y:<br />

—¡Calle, por amor de Dios! —le suplicó este igualmente, con las manos juntas—.<br />

¡No le diga nada al pobre Guido, por caridad! Déjeme que sea yo…<br />

Pocos días después los dos amigos se pusieron de acuerdo (como siempre) en la idea<br />

de alejar a los dos hermanos de la casa, con la excusa de que, ¡jóvenes, se sabe!, creaban<br />

una atmósfera de incomodidad y sumisión, limitando la libertad de las respectivas<br />

mujeres.<br />

—¿No es cierto, Giulia? —le preguntó Barbi a la suya, en presencia de Pagliocco.<br />

Y Giulia, con los ojos bajos, contestó que sí.<br />

—¿No es cierto, Gemma? —le preguntó Pagliocco a la suya, en presencia de Barbi.<br />

Y Gemma, con los ojos bajos, contestó que sí.<br />

«¡Pobre Pagliocco!», pensaba Barbi.<br />

«¡Pobre Barbi!», pensaba Pagliocco.<br />

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