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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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¿Y por qué la tortuga tendría que darse prisa, condenada a vivir una <strong>vida</strong> larguísima?<br />

En nuestros cuentos llamamos lenta y perezosa a la tortuga, que por tener tanto<br />

tiempo ante sí no tiene ninguna prisa, y llamamos miedoso al conejo que se escapa en<br />

cuanto nos ve.<br />

Pero si preguntáramos sobre el conejo a los ratones de campo, a los grillos, a las<br />

lagartijas, a los pájaros, quién sabe qué nos contestarían, seguramente que no es un<br />

animal miedoso. ¿O es que tal vez los hombres pretenden que, en presencia de ellos, el<br />

conejo se levante sobre dos patas y avance hacia ellos para hacerse atrapar y matar?<br />

¡Menos mal que el conejo no nos oye! Menos mal que su cabeza no razona como la<br />

nuestra; de otra manera tendría razones para creer que entre los hombres a menudo no hay<br />

demasiada diferencia entre heroísmo e imbecilidad.<br />

Y si por casualidad al zorro, que tiene fama de sabio, se le ocurriera componer un<br />

cuento en respuesta a todos los que desde hace tiempo los hombres crean, calumniando a<br />

los animales, cuánta materia le ofrecerían estos descubrimientos humanos, murciélago<br />

mío, y esta ciencia humana.<br />

Pero el zorro no lo intentaría, porque estoy seguro de que con su astucia entendería<br />

que si, por ejemplo, un cuentista hace hablar a un burro como un hombre tonto, tonto no<br />

es el burro, sino burro es el hombre.<br />

Basta; cierro la ventana, Momito; me voy a la cama.<br />

Filosofía, ¿eh?, esta noche: filosofía un poco animal con aquellos caballos al<br />

principio, y luego con aquel insecto y ahora el murciélago y la tortuga y el conejo y el<br />

zorro y el burro y el hombre…<br />

V<br />

Comprendo que el tiempo (al menos el que nuestros calendarios se comen en forma<br />

de días y lunaciones y meses) para ti es como nada; pero yo me había hecho a la idea de<br />

que, a través de mí, una chispa de <strong>vida</strong> podía iluminar la oscuridad en la que has caído, y<br />

que mi voz, que sin embargo es gruesa, podía al menos cosquillear como una voz de<br />

telaraña el silencio húmedo y desnudo a tu alrededor.<br />

Han pasado diez meses, Momo: ¿te has dado cuenta? Te he dejado diez meses en la<br />

oscuridad, sin escribirte ni una línea… Pero puedes estar seguro de que no te has perdido<br />

nada nuevo: el mundo es siempre sucio y tonto, tal vez peor que antes.<br />

No creas que te he ol<strong>vida</strong>do ni un solo instante. Primero me ha distraído de escribirte<br />

cada noche la búsqueda de un nuevo alojamiento; luego he pensado: «¿En serio no sabría<br />

adaptarme a vivir en estas tres habitaciones? ¿Por qué busco una casa más grande? ¿Para<br />

ver la soledad que crece a mi alrededor?». Y este último pensamiento me ha llevado a una<br />

tristeza indescriptible.<br />

Ah, para los viejos que se quedan solos (y sin su propia casa, añadamos) los últimos<br />

días son verdaderamente intolerables.<br />

Me vuelve viva al alma la sensación que experimentaba de joven cuando veía por la<br />

calle a algún viejo que arrastraba pesadamente sus extremidades derrotadas por la <strong>vida</strong>.<br />

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