20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

sobre el ataúd y cantarte un réquiem… ¡Ah, cuando me muera, no quiero nada! ¡Ya, al<br />

fuego! Es más rápido y más limpio. Pero cada cual piensa a su manera, e incluso una vez<br />

muertos tenemos la debilidad de querernos de una manera y no de otra. Basta.<br />

Intereses.<br />

Sabes que aún me queda un poco de lo que tenía; sabes que mis necesidades son muy<br />

limitadas y que ya ningún deseo me anima a esperar, menos el de morir pronto: esperar<br />

que se realice sin darme cuenta.<br />

¿De qué hablábamos? Ah, digo: ¿qué tengo que hacer con todo este poco que me<br />

queda? ¿Dejarlo, una vez muerto, para obras de caridad? Antes que nada, quién sabe<br />

cómo y dónde acabaría; además, no tengo estas ternuras tardías para el prójimo en<br />

general. Quiero saber cómo se llama ese prójimo.<br />

Pues bien, como ciertas cosas se escriben mejor de lo que se dicen en voz alta, le he<br />

dicho por escrito a tu mujer que era mi firme intención y que, es más, consideraba un<br />

deber continuar haciendo, por la viuda de mi único amigo, lo que solía hacer por él: es<br />

decir, contribuir a los gastos de la casa.<br />

Momo, tómate esta tisana en ayunas. ¿Sabes cómo me ha contestado tu mujer? Me ha<br />

dado las gracias, antes que nada, como se puede agradecer a un extraño cualquiera; pero<br />

dejemos eso de lado; luego ha añadido que, por el momento, sí, dice, desgraciadamente se<br />

ve obligada a no rechazar mis graciosos favores, porque cerrajeceando 38 para abrir el<br />

bargueño, donde solías guardar el sudor de tus fatigas, dice, no ha encontrado más de<br />

cincuenta liras, con las cuales, evidentemente, dice, no es posible pagar el alquiler del<br />

piso el día quince ni saldar la deuda con varios proveedores de comestibles ni comprarse<br />

un modesto traje de luto de absoluta necesidad.<br />

Adivinarás por las frases que te he transcrito, quién le ha dictado esta carta a tu<br />

mujer: los graciosos favores, el cerrajecear, el sudor de tus fatigas no podían salir más que<br />

de la boca de tu cuñado… es decir, no: sería el cuñado de tu mujer, ¿no es cierto? El<br />

señor Postella, en fin, quien —te advierto, de pasada— ha establecido definitivamente su<br />

domicilio en tu casa, junto con su mitad y duermen en la misma habitación donde has<br />

muerto, donde dormíamos tú y yo.<br />

Sigamos. <strong>La</strong> carta me anunciaba, a renglón seguido, algunos proyectos para el<br />

porvenir: es decir, que tu mujer espera, o al menos desea, encontrar un trabajo que pueda<br />

hacer en casa o una colocación digna en una familia noble, como lectora o maestra,<br />

aprovechando, dice, las preciosas enseñanzas que tú le has dejado como única y querida<br />

herencia. Pero no te preocupes por eso. Mientras yo viva, puedes estar seguro de que ella<br />

no hará nada. Mientras tanto la carta terminaba con esta frase: «¡Y me despido de usted<br />

confiadamente!». ¡Confiadamente! ¿Dónde encuentra esas expresiones tu cuñado? ¡Mira<br />

que es tonto de verdad!<br />

Y a propósito, ¿dónde has dejado la llave del bargueño? No la han encontrado, y<br />

aquel experto lingüista ha tenido que recurrir al cerrajero del candado. Estos napolitanos,<br />

cuando hablan italiano… ¡Quién sabe! <strong>La</strong> prisa por abrirlo tal vez no le haya permitido<br />

buscar bien para encontrar la llave… Me sabe mal por el bargueño, que era algo nuestro,<br />

común: el bargueño de mi madre, una santa reliquia para mí. Basta. Hablemos de otra<br />

cosa.<br />

Esta noche mi chaqueta, en el sillón a los pies de la cama, confabulada con el quinqué<br />

486

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!