20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¡Asesinato, señor abogado! —prorrumpió de nuevo la mujer.<br />

—Mamá —dijo tímidamente la hija, para exhortarla a callarse o a bajar la voz.<br />

Piccirilli miró a la mujer, y, con aquella autoridad que su complexión, pequeñísima,<br />

le podía conferir, añadió:<br />

—Mararo’, te lo pido por favor: ¡hablo yo! Una citación, señor abogado. Hemos<br />

tenido que dejar la casa donde vivíamos, porque…<br />

—He entendido. ¿Desahucio? —preguntó Zummo, para conducir la conversación.<br />

—No, señor —contestó, humildemente Piccirilli—. Al contrario. Siempre hemos<br />

pagado el alquiler, puntualmente, por adelantado. Nos hemos ido nosotros, es más, contra<br />

la voluntad del propietario. Y el propietario ahora nos llama a respetar el contrato de<br />

alquiler y además nos hace responsables de daños e intereses, porque, dice, nosotros le<br />

hemos infamado la casa.<br />

—¿Cómo, cómo? —dijo Zummo, ensombreciéndose y mirando, esta vez, a la mujer<br />

—. Ustedes se han ido; le han infamado la casa y el propietario… No entiendo.<br />

¡Hablemos claro, señores míos! El abogado es como el confesor. ¿Comercio ilícito?<br />

—No, señor —se apresuró a contestar Piccirilli, poniéndose las manos en el pecho—.<br />

¿Qué comercio? ¡Nada! Nosotros no somos comerciantes. Solo mi mujer da alguna<br />

cosita… así, en prestamo, pero a un interés…<br />

—¡Honesto, he entendido!<br />

—En efecto, sí, señor, consentido hasta por la Santa Iglesia… Pero esto no tiene nada<br />

que ver. ¡Granella, el propietario de la casa, dice que nosotros se la hemos infamado,<br />

porque en tres meses, en aquella casa maldita, hemos presenciado todo tipo de<br />

acontecimientos, señor abogado! ¡Me dan… me dan escalofríos solo de pensarlo!<br />

—¡Oh Señor, salve y libre a todas las criaturas de la tierra! —exclamó la mujer con<br />

un suspiro formidable, poniéndose de pie, levantando los brazos y luego persignándose<br />

con la mano llena de anillos.<br />

<strong>La</strong> hija, con la cabeza baja y con los labios apretados, añadió:<br />

—Una persecución… (Siéntate, mamá).<br />

—Perseguidos, sí, señor —subrayó el padre—. (¡Siéntate Mararo’!). Perseguidos, esa<br />

es la palabra. Hemos sido perseguidos a muerte, durante tres meses, en aquella casa.<br />

—¿Perseguidos por quién? —gritó Zummo, perdiendo la paciencia, al final.<br />

—Señor abogado —contestó despacio Piccirilli, extendiéndose hacia el escritorio y<br />

poniéndose una mano cerca de la boca, mientras con la otra le imponía silencio a las<br />

mujeres—. (Sshh…) ¡Señor abogado, por los espíritus!<br />

—¿Por quién? —dijo Zummo, creyendo que había oído mal.<br />

—¡Por los espíritus, sí, señor! —subrayó fuerte, con coraje, la mujer, agitando las<br />

manos en el aire.<br />

Zummo se levantó, enfurecido:<br />

—¿Qué dicen? ¡No me hagan reír! ¿Perseguidos por los espíritus? ¡Tengo que ir a<br />

comer, señores míos!<br />

<strong>La</strong> familia, cuando él se levantó, lo rodeó para retenerlo, y los tres a la vez empezaron<br />

a hablar, suplicantes:<br />

—¡Sí, señor, sí, señor! ¿Usted, señor, no se lo cree? Pero escúchenos… ¡Espíritus,<br />

205

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!