20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

EL TOQUECITO<br />

I<br />

Con el blando sombrero en la parte posterior de la cabeza, cuya ala parecía una<br />

aureola alrededor de la gran cara, roja como una bola de queso de Holanda, Cristoforo<br />

Golisch se detuvo en medio de la calle con las piernas abiertas, un poco curvadas por el<br />

peso del cuerpo gigantesco; levantó los brazos; gritó:<br />

—¡Beniamino!<br />

Semejante a él, pero delgado y oscilante como una caña, venía en su dirección, muy<br />

despacio, con los ojos extrañamente atónitos en el rostro desmejorado, un hombre de unos<br />

cincuenta años, apoyado en un bastón con una gruesa contera de goma. Arrastraba con<br />

dificultad la pierna izquierda:<br />

—¡Beniamino! —repitió Golisch, y esta vez la voz expresó, además de la sorpresa, el<br />

dolor por encontrar a su amigo en aquel estado, después de tantos años.<br />

Beniamino Lenzi parpadeó varias veces, atónito; le pasó por encima de los ojos<br />

solamente un velo de llanto, pero sin que las facciones del rostro se decompusieran ni lo<br />

más mínimo. Bajo los bigotes ya grises, los labios, un poco torcidos, se despegaron y<br />

trabajaron un buen rato con la lengua anudada para pronunciar unas palabras:<br />

—O… oa… oa ste mío… camí…<br />

—Ah, bravo… —dijo Golisch, helado por la impresión de no tener delante a un<br />

hombre (al Beniamino Lenzi que él había conocido), sino casi a un niño, un pobre niño a<br />

quien había que engañar con piedad.<br />

Y se puso a su lado y se esforzó por caminar al paso de él. (¡Ah, aquel pie que no se<br />

despegaba del suelo y se arrastraba, casi como si no pudiera resistirse a una fuerza que lo<br />

atraía desde abajo!).<br />

Tratando de disimular, lo mejor que podía, la pena y la agitación extraña que poco a<br />

poco lo vencían al verse al lado de aquel hombre tocado por la muerte —casi muerto y<br />

tan cambiado—, empezó a preguntarle dónde había estado todo aquel tiempo, desde que<br />

se había ido de Roma; qué había hecho; cuándo había vuelto.<br />

Beniamino Lenzi le contestó con palabras desmenuzadas, casi incomprensibles, que<br />

dejaron a Golisch con la duda de si sus preguntas no habrían sido entendidas. Solo los<br />

párpados, bajando frecuentemente sobre los ojos, expresaban la dificultad y el esfuerzo, y<br />

parecían desear que la mirada se despertara de aquel tenso, duro, extraño asombro. Pero<br />

no lo conseguían.<br />

<strong>La</strong> muerte, tocándole al pasar, había fijado así la máscara de aquel hombre. Él tenía<br />

que esperar con aquel rostro, con aquellos ojos, con aquel aire de asombrada expectación,<br />

que ella volviera a pasar y volviera a tocarle un poquito más fuerte para inmovilizarlo del<br />

todo, y para siempre.<br />

172

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!