20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Se armaron con sillas ellos también. Entonces el muchacho empujó varias veces la<br />

suya debajo de la cama: Tita saltó por el otro lado, trepó con maravillosa agilidad por el<br />

dosel de la cama, se acurrucó en la cima del pabellón y allí arriba, pacíficamente, como si<br />

nada fuera con ella, se puso a rascarse el vientre; luego a jugar con las puntas de un<br />

pañuelo que el pobre don Filippino le había atado a la garganta.<br />

Los cinco hombres se quedaron mirando aquella indiferencia bestial, atontados.<br />

—¿Qué vamos a hacer, mientras tanto? —preguntó Scala, bajando los ojos sobre el<br />

cadáver, pero enseguida, al ver aquella garganta desgarrada, giró la cara—. ¿Y si lo<br />

cubrimos con la sábana misma?<br />

—¡No señor! —dijo enseguida el muchacho—. Escúcheme. Hay que dejarlo así<br />

como se encuentra. Yo soy de aquí, de la casa y no quiero problemas con la justicia. Es<br />

más, todos sois mis testigos.<br />

—¡Qué tiene que ver esto ahora! —exclamó don Mattia, encogiéndose de hombros.<br />

Pero el muchacho siguió hablando, poniendo las manos por delante:<br />

—¡Nunca se sabe con la justicia, señor mío! Somos pobrecitos, nosotros, y aquí con<br />

nosotros… yo sé lo que digo…<br />

—Yo pienso, al contrario —gritó don Mattia, exasperado—, pienso que él, ahí, pobre<br />

loco, ha muerto como un imbécil por su tontería y que yo mientras tanto, aún más loco y<br />

más tonto que él, ¡estoy bien arruinado! Oh, pero, todos sois testigos de que en este<br />

campo yo he gastado mi dinero, mi sangre: lo vais a decir… Ahora id a advertir a aquel<br />

caballero de Saro Trigona y al pretor y al delegado, para que vengan a ver las proezas de<br />

esta… ¡Maldita! —gritó, con un sobresalto imprevisto, quitándose el sombrero de la<br />

cabeza y lanzándolo contra la mona.<br />

Tita lo cogió al vuelo, lo examinó atentamente, se frotó la cara con él como para<br />

sonarse la nariz, luego se lo puso debajo de las piernas y se sentó encima de él. Los cuatro<br />

campesinos, sin querer, se echaron a reír.<br />

V<br />

Nada: ni una línea de testamento, ni una nota en algún registro o un pedazo volante<br />

de papel.<br />

Y no bastaba con el daño: a don Mattia Scala le tocaban, además, las burlas de los<br />

amigos. Porque en verdad, Nocio Butera, por ejemplo, habría fácilmente imaginado que<br />

don Filippino Lo Cícero moriría de aquella manera, asesinado por la mona.<br />

—¿Y tú, Tino Làbiso, qué dices, eh? ¿Puede ser, no es verdad? ¡Qué animal! ¡Qué<br />

animal! ¡Qué animal!<br />

Y don Mattia, con las manos agarradas al ala, se calaba hasta los ojos el sombrero<br />

blanco y pataleaba por la rabia.<br />

Saro Trigona no quiso escucharlo hasta que el primo fue sepultado, después de las<br />

averiguaciones del médico y del pretor, pretextando que la desgracia no le permitía hablar<br />

de negocios.<br />

—¡Sí! ¡Como si la mona no se la hubiera regalado él, a propósito! —se desahogaba<br />

68

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!