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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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SI…<br />

«¿Llega o se va?», Valdoggi se preguntó a sí mismo, oyendo el silbido de un tren y<br />

mirando al edificio de la estación de ferrocarril, desde una mesita frente a la cafetería de<br />

Piazza delle Terme.<br />

Se había agarrado al silbido del tren, como se agarraría al zumbido sordo y continuo<br />

que producen los globos de la luz eléctrica, con tal de conseguir distraer los ojos de un<br />

cliente, que lo estaba mirando fijamente con inmovilidad irritante, desde la mesa de al<br />

lado.<br />

Durante unos minutos lo consiguió. Se representó con el pensamiento el interior de la<br />

estación, donde el fulgor opalino de la luz eléctrica contrasta con la vacuidad tosca y<br />

profundamente sonora, bajo el inmenso tragaluz denegrido y empezó a imaginar todos los<br />

inconvenientes de un viajero, tanto si llega como si se va.<br />

Pero inadvertidamente su mirada se posó de nuevo sobre aquel cliente de la mesa de<br />

al lado.<br />

Era un hombre de unos cuarenta años, vestido de negro, con el pelo y los bigotes<br />

rojizos, irregulares, el rostro pálido y los ojos entre el verde y el gris, turbios y<br />

magullados.<br />

A su lado había una viejita medio dormida. Su vestido color canela, diligentemente<br />

adornado con un galón negro en zig-zag, confería un aire muy extraño a su placidez. El<br />

mismo efecto causaba, sobre el pelo lanoso, el sombrerito gastado y desteñido, cuyos<br />

gruesos lazos negros, terminados en punta por una orla engastada en plata, que los hacía<br />

parecer dos lazos sacados de una corona mortuoria, estaban anudados voluminosamente<br />

bajo la barbilla.<br />

Otra vez Valdoggi distrajo enseguida la mirada de aquel hombre, pero esta vez<br />

asaltado por una verdadera exasperación, que lo hizo removerse sin garbo en la silla y<br />

resoplar fuerte por la nariz.<br />

¿Qué quería, pues, aquel desconocido? ¿Por qué lo miraba de aquella manera? Se<br />

giró: él también quiso observarlo, con la intención de hacer que bajara la mirada.<br />

—Valdoggi —musitó este, meneando ligeramente la cabeza, sin mover los ojos.<br />

Valdoggi frunció el ceño y se echó hacia delante para distinguir mejor el rostro de<br />

aquel que había murmurado su nombre. ¿O se había engañado? Sin embargo, aquella<br />

voz…<br />

El desconocido sonrió tristemente y repitió:<br />

—Valdoggi, ¿no es cierto?<br />

—Sí —dijo Valdoggi desorientado, intentando sonreírle, indeciso. Y balbuceó—:<br />

Pero yo… perdone… usted…<br />

—¿Usted? ¡Soy Griffi!<br />

—¿Griffi? Ah… —dijo Valdoggi confundido, más desorientado todavía, buscando en<br />

la memoria una imagen que le recordara aquel nombre.<br />

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