20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

El posadero, con el sombrero inclinado, sin chaqueta, con la camisa arremangada<br />

mostrando los brazos peludos, se movió suspirando:<br />

—Perdónenme —dijo—. Sus anécdotas me dejan realmente de piedra. Justo esta<br />

mañana el perro del caballero Piccarone, Turco, aquella bestia horrible que va y vuelve<br />

sola de las tierras de Cannatello a la villa de aquí arriba… ¿saben lo que ha hecho? ¡Me<br />

ha robado más de veinte salchichas, que tenía expuestas en el saledizo! ¡Que lo<br />

envenenen! ¡Suerte que tengo dos testigos!<br />

Mèndola, Gaglio y Ficarra estallaron en carcajadas. Mèndola dijo:<br />

—¡Has perdido tus salchichas, querido!<br />

Dolcemàscolo levantó el puño, con los ojos en llamas:<br />

—¡Ah, no, por Dios! ¡Me pagará mis salchichas! Me las pagará, me las pagará —<br />

aseguró frente a las risas incrédulas y la negación obstinada de los tres clientes—. Verán,<br />

señores. He encontrado la manera. ¡Sé cómo hacerlo!<br />

Y con un gesto pícaro, usual en él, guiñó un ojo, con el índice tieso bajó el párpado<br />

del otro.<br />

No quiso revelar qué manera había encontrado; dijo que esperaba a los dos<br />

campesinos que habían presenciado el robo de las salchichas por la mañana, y con ellos<br />

iría a la villa de Piccarone antes de que anocheciera.<br />

Mèndola subió a la carroza, sin tomar nada; Gaglio y Ficarra pagaron la cuenta y,<br />

después de haber aconsejado al posadero que reclamara su indemnización, se fueron.<br />

Gerolamo Piccarone, abogado y caballero de San Gennaro en la época del Rey<br />

Bomba, 31 había trabajado más de veinte años para edificar aquella villa de una sola planta<br />

y se decía que no había pagado ni un céntimo por ella.<br />

<strong>La</strong>s malas lenguas decían que la había construido con piedras que había encontrado<br />

en la calle y que había empujado hasta allí con sus propios pies.<br />

Pero Piccarone era un abogado muy culto y un hombre de ideas elevadas y de<br />

profundo espíritu filosófico. Un libro suyo sobre el gnosticismo y otro sobre la filosofía<br />

cristiana habían sido traducidos al alemán, según decían.<br />

Pero Piccarone era enemigo acérrimo de cualquier novedad. Aún vestía según la<br />

moda del veintiuno; una larga barba le cubría el rostro; bruto, macizo, cargado de<br />

hombros, con el ceño siempre fruncido y los ojos entornados, se rascaba continuamente el<br />

mentón y aprobaba sus pensamientos secretos con frecuentes gruñidos.<br />

—Uh… uh… uh… han edificado Italia… qué cosa linda, uh, Italia… puentes y<br />

calles… uh… iluminación… ejército y marina… uh… uh… uh… instrucción<br />

obligatoria… ¿y si quiero permanecer ignorante? ¡No, señor! ¡Instrucción obligatoria y…<br />

tasas! Y que pague Piccarone…<br />

En verdad pagaba poco o nada gracias a sus sutilísimos sofismas que cansaban y<br />

exasperaban la paciencia más entrenada. Siempre concluía así:<br />

—¿Qué tengo que ver yo con todo eso? ¿<strong>La</strong>s vías ferroviarias? No viajo. ¿<strong>La</strong><br />

iluminación? No salgo por la noche. No pretendo nada, gracias, no quiero nada.<br />

Solamente un poco de aire para respirar. ¿Ustedes han creado el aire? ¿Tengo que pagar<br />

por el aire que respiro?<br />

Retirado de la profesión, que sin embargo hasta hace pocos años le había reportado<br />

404

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!