20.09.2017 Views

La vida desnuda - Luigi Pirandello

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

sobre medicamentos con un socio suyo de Nápoles, por lo cual la salud, amigo mío, se<br />

volverá todavía más preciosa; porque, con ese negocio, pobre quien la pierda y quiera<br />

recuperarla.<br />

Tu mujer disfrutará indirectamente de los beneficios de ese negocio, porque parece<br />

que ese socio de Nápoles tiene un hermano, y parece que ese hermano, que ha venido a<br />

Roma para concluir la sociedad, la ha concluido incluyendo, por su cuenta, a tu mujer.<br />

Sí, amigo mío. En breve ella se casará con ese hermano del socio de Nápoles. Pero no<br />

me hubiera escapado a Suiza por un caso tan ordinario, perdóname, y tan fácilmente<br />

previsible, si…<br />

En suma, Momo, hago como si tu caja hubiera explotado ya, y te lo digo. Tu mujer,<br />

con la ayuda del señor Postella, ha tenido el coraje de hacerme entender claramente que<br />

rechazaría la petición de matrimonio del aquel hermano del socio de Nápoles con una sola<br />

condición. ¿Y sabes con qué condición? A condición de que yo me casara con ella.<br />

¿Entiendes? Yo. Tu mujer. ¿Y sabes por qué? Para respetar hasta el fondo tu santa<br />

memoria.<br />

Pues bien, Momo, ¿crees que me he escapado a Suiza por indignación? No, Momo.<br />

Me he ido porque estaba a punto de caer. Sí, amigo mío. Como un imbécil. Y si imbécil<br />

no te basta, di, di lo que quieras. Lo acepto todo. Esta interrupción de diez meses en<br />

nuestra correspondencia no tiene otra razón.<br />

¡Hasta dónde había llegado, hasta dónde había llegado, amigo mío! Había llegado<br />

hasta el punto de convencerme con el pensamiento de que tú mismo, precisamente tú, me<br />

persuadías a casarme con tu mujer, con tantas consideraciones que, aunque fundadas<br />

sobre una proposición desesperada, me parecía poder reconocer una más justa que la otra,<br />

una más sensata que la otra. Sí. Por ti y por ella, justas y sensatas. Por ti, en cuanto te<br />

parecería mucho menos ingrato que sea yo quien se case con ella, con tu mujer, en lugar<br />

de un extraño, porque así podrías estar seguro de quedarte siempre en el espíritu en<br />

familia, sin ser ol<strong>vida</strong>do nunca. Por ella, en cuanto si por un lado no sacaba provecho al<br />

no casarse con un hombre más joven que yo, por el otro ciertamente ganaría la seguridad<br />

absoluta de la existencia, la tranquilidad, la posibilidad de quedarse en su propia casa, sin<br />

perder su estado o tener que cambiarlo. Y además estaba tu placer venenoso al verme<br />

hacer, aunque más viejo que tú, lo que, en <strong>vida</strong>, te había criticado tanto.<br />

Amigo mío, he podido comprender a tiempo, por fortuna, todo el horror de la <strong>vida</strong><br />

hacia quien muere. Y he entendido que es un verdadero delito seguir dándole noticias de<br />

la <strong>vida</strong> a los muertos: de aquella misma <strong>vida</strong> cuya realidad fue componiéndose dentro de<br />

nosotros mientras que vivieron, y que continuando en nuestros recuerdos mientras<br />

vivimos, es natural que tenga, ya sin defensa e inmerecidamente, que ser torturada.<br />

Hablándote de la <strong>vida</strong> podría llegar como nada, pobre Momito mío, a concluir estas<br />

noticias del mundo enviándote en un cartón litografiado la invitación a mi matrimonio<br />

con tu mujer. ¿Has entendido?<br />

Y entonces, suficiente. Acabemos aquí.<br />

35 «¡Qué amable es usted, señor Momito, por enseñarme a pronunciar tan<br />

educadamente el francés!»<br />

497

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!