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La vida desnuda - Luigi Pirandello

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condamner d’un train toutes pareilles histoires me semble singuliere imprudence. Ce<br />

grand sainct Augustin tesmoigne…». 22<br />

—¡Eh, ya! —dijo Bobbio en este punto, acentuando la risa—. ¡Eh, ya! Ce grand<br />

sainct Augustin testifica, o mejor dicho, acredita haber visto, en las reliquias de san<br />

Gervasio y Protasio en Milán, a un niño ciego que recobraba la vista; a una mujer en<br />

Cartago que se curaba de un cáncer al ser persignada por una mujer recién bautizada…<br />

Pero igualmente el gran san Agustín hubiera podido afirmar, digamos, acreditar bajo mi<br />

testimonio que Marco Saverio Bobbio, uno de los notarios más estimados de Richieri, se<br />

curó una vez de repente de un dolor de dientes feroz, rezando un avemaría…<br />

Bobbio cerró los ojos, puso la boca en forma de «o», como hacen los monos, y<br />

expulsó un poco de aire:<br />

—¡Mal aliento!<br />

Apretó los labios e, inclinando la cabeza hacia un lado, siempre con los ojos cerrados,<br />

se pasó de nuevo, más fuerte, la mano por la mandíbula.<br />

¡Por Dios, el diente! ¿Le dolía otra vez? Y fuerte, además, le dolía fuerte. Por Dios,<br />

de nuevo.<br />

Resopló; se puso de pie con fatiga; lanzó el libro sobre el canapé y empezó a pasear<br />

por la habitación con la mano en la mejilla, la frente contraída y la nariz jadeante. Fue<br />

hasta al espejo de la estantería; se puso un dedo en un ángulo de la boca y la estiró para<br />

ver el diente cariado por dentro. Al contacto con el aire, sintió un dolor más agudo y<br />

enseguida cerró los labios y contrajo el rostro por el espasmo; luego levantó la cara hacia<br />

el techo y sacudió las manos, exasperado.<br />

Pero sabía, por experiencia, que si se envilecía por el dolor o se enfadaba, sería peor.<br />

Entonces se esforzó en dominarse; se tumbó otra vez en el canapé y se quedó allí un buen<br />

rato con los párpados casi cerrados, casi anidando el espasmo; luego los volvió a abrir y<br />

continuó leyendo el libro:<br />

«…une femme nouvellement baptisée lui fit; Hesperius…». 23 No, más adelante… Ah,<br />

aquí está: «une femme en une procession ayant touché à la chasse sainct Estienne d’un<br />

bouquet, et de ce bouquet s’estant frottée les yeux, avoir recouvré la veuë qu’elle avoit<br />

pieça perdue…». 24<br />

Bobbio rio. <strong>La</strong> sonrisa se le transformó enseguida en una mueca, por un estiramiento<br />

súbito del dolor, y entonces puso la mano encima, fuerte, con el puño cerrado. <strong>La</strong> risa era<br />

de desafío.<br />

—Y entonces —dijo— a ver un poquito. Que Montaigne y san Agustín sean mis<br />

testigos. A ver si se me pasa ahora, como se me pasó entonces.<br />

Cerró los ojos, y con la sonrisa frígida en los labios, temblorosos por el espasmo<br />

interno, recitó despacio, muy despacio, con dificultad, buscando las palabras, el avemaría,<br />

esta vez en latín… gratia plena… Dominus tecum… fructus ventris tui… nunc et in hora<br />

mortis… Volvió a abrir los ojos, Amen… Esperó un poco, interrogando al diente en la<br />

boca… Amen…<br />

¡Qué! No se le pasaba. Es más, se volvía más fuerte… Ahí, ay, ay… más fuerte…<br />

más fuerte…<br />

—¡Oh, María! ¡Oh, María!<br />

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